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Naomi Watts y Laura Elena Harring en 'Mullholland Drive'.

'Mullholland Drive' y otros estrenos

Veinte años después de su estreno, se repone una de las obras más celebradas de David Lynch, elegida en 2016 la mejor película del siglo XXI en una encuesta de la BBC

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Miércoles, 9 de junio 2021

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Si soñar es un escape y si el cine se erige en un espejo donde se reflejan los miedos y anhelos de la sociedad de su tiempo, no queda otro remedio que asumir la obra de David Lynch como una invitación para perdernos en el bosque de tentaciones prohibidas y deseos insatisfechos que modela nuestro subconsciente. Esos fantasmas y obsesiones no son privativos de la estimulante imaginación del director de 'Cabeza borradora', sino que forman en realidad parte integrante e imprescindible de nuestra personalidad más íntima y oculta.

¿Cómo definir a un tipo capaz de hacer reír con la muerte y de provocar el llanto con la hora del té, de mostrar la brutalidad con candorosa limpieza y de fotografiar la inocencia como la más sucia de las perversiones? Una frase introducida con habilidad en los diálogos de la magna 'Terciopelo azul' puede servir como declaración de principios de este autor, especie en vías de extinción en el vulgarizado universo autocomplaciente del cine norteamericano: «Vivimos en un mundo extraño». ¿Acaso cabe mejor definición del móvil que anima todas sus historias?

Vídeo. Tráiler de 'Mullholland Drive'.

'Mullholland Drive', que llega a nuestras pantallas veinte años después de su estreno, fue elegida en 2016 por 177 críticos de todo el mundo la mejor película del siglo XXI en una encuesta de la BBC. El mérito es todavía mayor si advertimos la frustrante y complicada génesis del filme, hurtado felizmente de la cadena de televisión que lo encargó y después se negó a emitirlo. 'Mullholland Drive' es, también por consenso crítico, la síntesis perfecta de la práctica y teoría del cine de David Lynch.

Y es que, dejando aparte 'Una historia verdadera', el autor de 'El hombre elefante' se las había apañado hasta entonces para convertir en una pesadilla nocturna y amenazadora su visión de la América profunda, del país supuestamente pacífico y familiar que anida en el interior de los Estados Unidos. Y ahí están 'Terciopelo azul', 'Twin Peaks' y 'Carretera perdida' para corroborarlo. En 2001 dio un paso más en esa dirección y convirtió en un malsano sueño lleno de demonios y amenazas a la ciudad de Los Angeles y el mismísimo Hollywood, lo que configura 'Mullholland Drive' en una extensión coherente y audaz de su particular radiografía de la sociedad americana.

Lynch jamás ha desaprovechado ningún cliché y cuanto más bastarda es su procedencia más se le hace la boca agua al maestro: la pareja idílica de toda comedia adolescente, el héroe rebelde de la cultura rock, la galería de monstruos del más tirado cine basura, las visiones de un paraíso banal plasmadas por Norman Rockwell... Todo es reciclado por el director en un conglomerado deslumbrantemente armónico, en el que las imágenes y los sonidos hacen el amor sobre un trapecio que se mece a los lánguidos sones de Angelo Badalamenti. En atinada descripción de Jordi Costa, Lynch acaricia suavemente la luz, pero lame viciosamente las tinieblas.

Una escena de 'Mullholland Drive'.
Una escena de 'Mullholland Drive'.

Así que cuando la cadena ABC, productora de dos de las anteriores experiencias televisivas del cineasta, 'Twin Peaks' y 'On the Air', le encargó en 1998 el episodio piloto de una nueva serie, éste no se lo pensó dos veces. Teniendo en cuenta cómo estaban las cosas en el campo de la políticamente correcta televisión americana, no es de extrañar que el primer montaje fuera rechazado de plano para su emisión en la pequeña pantalla: no cabe imaginar mayor revulsivo ni más furioso atentado contra la imagen tópica de Hollywood que este turbio, inquietante híbrido de cine negro y cine fantástico, que vuelve a bucear por aguas turbulentas, enfermizas y llenas de monstruosidades.

Lynch transmite una visión de la Meca del cine como un lugar lleno de seres deformes, negocios sucios, crímenes inexplicables, productores mafiosos y sucesos misteriosos. La historia comienza con formato de 'thriller', al seguir a una muchacha de provincias (Naomi Watts) que llega a Los Angeles con el sueño de convertirse en actriz. Al poco tiempo conoce a una mujer amnésica (Laura Elena Harring) que ha sobrevivido a un accidente en una de las curvas de Mullholland Drive, la carretera que serpentea por las colinas de Hollywood. La relación lésbica de las dos amigas pronto deriva en una metáfora de considerable carga perturbadora.

Tratar de desbrozar el argumento cuando el filme se adentra en los oscuros laberintos del 'fantastique' resulta una misión imposible. Tanto que la última media hora de narración se hace literalmente incomprensible, puesto que Lynch acumula caprichosamente a partir de entonces una sucesión de acontecimientos encadenados sin ningún tipo de lógica aparente, lo que termina por convertir la ficción en un viaje oscuro y desasosegante hacia el abismo. De descifrar el reino de lo inexplicable se ocupa el propio David Lynch al suministrar la particular sinopsis de 'Mullholland Drive': «Primera parte: se encontró dentro de un misterio perfecto. Segunda parte: una triste ilusión. Tercera parte: amor».

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Vídeo. Tráiler de 'La violinista'.

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Vídeo. Tráiler de 'Human LIfe'.

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