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Las claves para disfrutar de 'Drive My Car'
Óscar a la Mejor Película Internacional

Las claves para disfrutar de 'Drive My Car'

La película de Ryûsuke Hamaguchi, basada en un relato del escritor japonés Murakami, llega a Filmin

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Viernes, 8 de abril 2022

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Lo que más se ha repetido de 'Drive My Car', la propuesta de Ryûsuke Hamaguchi, es su duración. Es reseñable que se extienda hasta las tres horas pero eso no debería ser una barrera para dejar de descubrir esta obra mayúscula del cine contemporáneo. Se trata de una historia sobre la pérdida y el duelo que resulta reconfortante. Una película en la que los idiomas y las palabras cobran mucho protagonismo pero aún más lo hace el silencio. Y, si se quiere, también una actualización de aquella célebre frase de Jean-Luc Godard: para hacer una película solo se necesita una chica y un coche. A raíz de su llegada a Filmin, desgranamos las claves alrededor del Óscar a la Mejor Película Internacional de este año.

Quién es su director

A Ryūsuke Hamaguchi, cineasta japonés, le costará olvidar el 2021. En febrero del año pasado ganó el Oso de Berlín con 'La ruleta de la fortuna y la fantasía' y en verano estrenó 'Drive My Car' en el Festival de Cannes. La riada de premios que ha ido cosechando con esta cinta culminó hace apenas unas semanas con el Óscar y, aunque este éxito le ha puesto definitivamente en el mapa cinéfilo, Hamaguchi tiene una larga carrera a sus espaldas. Formado en la Universidad de Artes de Tokio, este declarado admirador de Cassavettes ha ido sofisticando su estilo película tras película al tiempo que también exploraba los metrajes más extremos. En el caso de 'Drive My Car', sus 180 minutos son necesarios para que sus dos protagonistas, heridos y marcados por la ausencia, se reconozcan. Kafuku es un dramaturgo que ha perdido a su mujer y Misaki es la joven conductora encargada de llevarle a los ensayos de su nuevo proyecto. Compartirán viajes y conversaciones.

Por qué quiso adaptar a Murakami

La semilla dramática de 'Drive My Car' procede de 'Hombres sin mujeres', un libro de relatos cortos publicados por Murakami en 2014. Hamaguchi encontró a sus protagonistas en las escasas cincuenta páginas de la historia homónima y les sumó elementos y personajes de otros relatos de la colección, como el de 'Sherezade' y 'Kino'. Se puso a escribir junto al guionista Takamasa Oe y juntos terminaron de confeccionar esta delicada crónica sobre la convivencia entre los vivos y los muertos, la necesidad humana de encontrarse con el otro y el refugio sanador que representa el arte. En su recorrido internacional, el hecho de adaptar a Murakami, el autor vivo más relevante de Japón, se ha traducido en un importante reclamo mediático, sobre todo si tenemos en cuenta que esta es una película de producción independiente y que su presupuesto no supera los 1,3 millones de dólares. El sello del escritor consiguió trascender.

El escenario principal

A raíz del terremoto y el posterior tsunami que se produjo en Tōhoku en 2011, Hamaguchi visitó esta región japonesa para entrevistar a varios supervivientes. Durante estos largos trayectos el director se dio cuenta de la puesta en escena que implica cualquier viaje en coche y de su potencial dramático: el conductor y el pasajero no tienen que cruzar sus miradas y, por lo tanto, pueden decir cosas que jamás se confesarían de estar frente a frente. Después, las palabras de Murakami le hicieron recuperar esta intuición y materializarla en un Saab 900 rojo que se ha convertido en el motivo visual de la película. A Hamaguchi este coche le sirve para lo más obvio y literal (desplazar a los personajes), pero también para introducir sutilezas que van moldeando la emoción. Y es que el vehículo se convierte en una especie de cobijo para los protagonistas, uno donde la voz de los ausentes aún resuena a través de las cintas grabadas por la esposa de Kafuku, fallecida dos años antes. La convivencia durante tantos kilómetros propicia un lento acercamiento entre el dramaturgo y la chófer. El coche en ocasiones parece situarse en un limbo, al margen de la realidad, donde el tiempo transcurre de manera distinta.

El teatro multilingüe

'Drive My Car' es una película con una obra de teatro dentro pero que nos remite al mundo del cine. Kafuku, que está preparando el montaje de Tío Vania de Chéjov, selecciona un elenco internacional que habla varios idiomas (chino, tagalo, japonés y lenguaje de señas coreano). Sobre el escenario cada actor interpreta en su lengua materna mientras en una pantalla el público lee el texto traducido. Esta diversidad lingüística se dio frente a la cámara y también detrás de ella, por lo que entre tomas los actores tenían que comunicarse a través de un equipo de intérpretes. En un viaje a Estados Unidos, cuando todavía no dominaba el inglés, Hamaguchi descubrió que no comprendía lo que le decían pero sí la emoción de quien le hablaba. Su aproximación al teatro multilingüe parte de esa misma esencia, colocando a un grupo de intérpretes que son incapaces de entenderse pero que sí reconocen el sentido del subtexto.

La lectura plana

«El método consiste en leer un texto exactamente como si leyera la guía telefónica. No se permite la menor expresión». Se lo dice el director Jean Renoir a la actriz Gisèle Braunberger en un cortometraje documental rodado en 1968, una idea que inspiró a Hamaguchi a trabajar de esta manera tan particular. De nuevo, en este aspecto también se repite el juego entre la realidad y la ficción. En la preparación de la película, los actores ensayaron el guión de la misma manera que sus personajes aprenden el de Tío Vania: sentados alrededor de una mesa y leyendo sus líneas una y otra vez, interiorizando la cadencia del diálogo. «Concéntrate en el texto. Lo único que tienes que hacer es leer», le llega a decir Kafuku a uno de los actores de Tío Vania.

Qué nos dice ahora esta historia

De momento, muy pocas ficciones se han interesado en incluir la pandemia en sus relatos, quizá porque el cine prefiere mantener el privilegio de habitar otra realidad. En cambio, el rodaje de esta película se vio atravesado por la Covid y el virus hace una aparición final anclando de manera irremediable la desazón de sus protagonistas en nuestra época. Cómo no valorar ahora la conexión entre dos personas, cómo no empatizar con el dolor del otro.

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