Secciones
Servicios
Destacamos
Llevan más razón que un santo los que dicen que todos llevamos dentro un analista político, un entrenador de fútbol, un juez y un asesor sentimental. Nada importa que hagamos la lectura de las cosas en función de nuestra propia idea de lo que deben ... ser la democracia y los votos, que no sepamos distinguir una portería de una canasta, que pensemos que una denuncia y una demanda son la misma cosa o que nuestra vida en pareja sea un puñetero desastre. Los otros siempre están equivocados porque no piensan ni hacen como nosotros. Tenemos la verdad absoluta de las cosas, ya sea en una tertulia de café o en un plató de televisión.
Lo he pensado mucho esta semana contemplando el derroche festivo y algo impostado que ha supuesto la toma de posesión de Donald Trump después de su victoria electoral. Derroche festivo, claro, pero también de indignación en bloque anticipándonos a lo que viene. Porque, como buenos analistas políticos de nuestra salita de estar, todos somos capaces de adivinar exactamente qué va a pasar en el tablero político internacional tras la llegada del señor del tupé. Da igual que le hayan votado más de 77 millones de personas -la gente vota mal porque no vota lo que yo-, que la diferencia con los demócratas se haya ampliado aún más o que, a este lado, no seamos capaces de ubicar en el mapa de los Estados Unidos el estado de Wyoming, por poner sólo un ejemplo.
Trump es malo.
Vaya por delante que el nuevo presidente no me gusta por muchas razones, pero creo que también es momento de preguntarnos por qué hemos llegado hasta aquí y, además, por segunda vez. Y es que muchas veces las cosas no ocurren porque los que llegan lo hacen especialmente bien, sino porque los que se van de una patada en el culo lo han hecho rematadamente mal. Y porque la ley del péndulo -oh, cielos- funciona para casi todo. También aquí, a pesar de que nos empeñemos en dibujar la realidad con el mismo trazo grueso con el que Trump firma sus decretos.
Veremos qué da de sí este nuevo mandato, porque en política también es cierto que una cosa es lo que tú propones y otra, lo que te dejan hacer. Estamos todos de acuerdo en que el nuevo presidente es un bocazas y que no hay que hacerle mucho caso, pero sí tomárselo en serio. Y los que se limitan a dibujarlo sólo como una caricatura se equivocan, porque a Trump le gusta el espectáculo -ahí lo tenemos firmando sus primeras medidas en un estadio-, pero se nos olvida que su escenario es la primera potencia de Occidente.
Así que, de nuevo, el mundo está dividido entre los que piensan que Trump es un monstruo y los que lo consideran un payaso; sin pensar que quizás la clave está, como siempre, en la gama de los grises. Porque llegados a este punto, habrá que plantearse qué parte de responsabilidad tenemos en la llegada al Despacho Oval de un tipo que un dedo pulsa el botón nuclear y, con el otro, el de la Coca Cola fresquita.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
La víctima del crimen de Viana recibió una veintena de puñaladas
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.