Valentín
Era impresionante la energía que irradiaba Valentín García con su #Yomecuro
Acaba una semana que deja una herida profunda en el corazón de los compañeros de Canal Sur y, en cierta medida, en el de ... todos un poco. El lunes amaneció con la triste noticia de la muerte de Valentín García, periodista de la radiotelevisión andaluza que se hizo muy popular en los últimos dos años de su vida con la iniciativa #Yomecuro, con la que a través de redes sociales fue relatando sus sensaciones, pensamientos y hasta los detalles del camino que fue transitando durante el proceso del cáncer contra el que finalmente no pudo. Sus compañeros hicieron ese día una prodigiosa jornada de radio. Desde el matinal de Vigorra hasta la noche, pasando por el vespertino de Mariló Maldonado, los periodistas de esa casa exhibieron una raza profesional a prueba de nudos en la garganta. De eso sabemos algo en SUR. Y por eso, para ellos mi aplauso y mi abrazo.
Pero, en fin, el diapasón de la vida continúa su ritmo sin tregua y la normalidad lleva varios días buscando su sitio, entre el sainete de Moncloa y el dictador, el voraz avance del desempleo, la insoportable precampaña de la enésima campaña y los rescoldos del incendio catalán, a punto siempre de reactivarse en cualquier momento. Y en ese fragor queda una sensación extraña, un vacío en gran medida sorprendente porque fuimos muchos los que sólo conocimos a Valentín García gracias al #Yomecuro.
A veces, de hecho, me preguntaba si era necesaria esa exposición. He de admitir que, al principio, vi algo de impúdico en esos primeros ‘tuits’ en los que retransmitía una nueva sesión de quimioterapia o simplemente comentaba si se encontraba mejor o peor. Pero no tardé mucho en superar esa reserva cuando comprobé la energía que irradiaba, la alegría que era capaz de contagiar con su ejemplo. Y yo, que había acostumbrado a desnudar el dolor de otras enfermedades como el alzhéimer, de repente entendí que era mi cobardía para aproximarme a esa palabra tan atroz, el cáncer, la que no me dejaba ver la impagable contribución de Valentín a colocarse a portagayola frente al espejo incluso en esas circunstancias.
Y desde ese día empecé a seguirlo. Buscaba de vez en cuando sus mensajes, la mayoría de los cuales te despertaban incluso una sonrisa en medio del drama. Llegué además a inquietarme cuando pasaban varios días sin comentar nada. Y el otro día, algo de muchos de los que lo seguimos se nos fue con él. Quizá porque andamos tan justos de héroes de los de verdad, de gente que nos enseñe a sacar el coraje hasta en las más duras, que cuando alguien ejemplifica tanta valentía y tanta resistencia de la que nosotros no nos creemos capaces, nos quedamos desorientados y solos con su marcha.
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