España, como el resto del mundo, se enfrenta al mayor desafío de la historia reciente: controlar un virus desconocido, altamente infeccioso y con un índice ... de mortalidad que se ceba con la población más débil: los mayores y los inmunodeprimidos. El objetivo prioritario es evitar el colapso de los centros hospitalarios, donde todos los profesionales están dando una excepcional demostración de dedicación, profesionalidad y entrega. Y por ello es tan importante que todos los que podamos nos quedemos en casa, por responsabilidad y por solidaridad. Porque una empresa tan descomunal como esta sólo es posible si todos estamos unidos con un objetivo común, sin fisuras, sin excepciones. Anoche, a las 22 horas, los aplausos desde miles de balcones fueron un emocionante apoyo a los médicos y enfermeros, pero también un grito común: juntos podremos derrotar al virus.
Lo prioritario es frenar la curva de contagios, atender a los enfermos, mantener la eficacia de los centros hospitalarios públicos y privados e, inmediatamente, cuando se empiece a ver la luz, atender el descalabro económico que esta crisis está provocando. Y será también el momento de estar unidos, de ayudar, de ser solidarios, de buscar caminos imaginativos para reflotar una economía que hoy está absolutamente paralizada.
Por eso, cuando un país se encuentra en una encrucijada así, cuando se decreta el estado de alarma, se necesita liderazgo, generosidad y determinación. Liderazgo para aunar esfuerzos y emociones, para trazar objetivos claros y comunicarlos con firmeza y empatía; generosidad para pensar en los que más necesitan, en los que más sufren, para ceder poder, protagonismo y espacio, y determinación para tomar decisiones difíciles, a tiempo y sin vacilar. Y, sinceramente, se echa en falta en España ese liderazgo, esa generosidad y esa determinación que anoche el presidente Sánchez intentó recuperar tras días perdido en una extraña deriva, como desnortado.
Es triste ver un Consejo de Ministros dividido, peleándose por parcelas de poder en plena crisis del coronavirus, en pleno estado de alarma. Es triste ver como todo un vicepresidente -Pablo Iglesias- se salta la cuarentena y abandona su casa sin necesidad para disputarle protagonismo al presidente Pedro Sánchez. Es triste ver a Quim Torra y a Iñigo Urkullu criticando al Gobierno envueltos en banderas independentistas mientras el virus avanza en su Cataluña y su País Vasco. Triste, todo muy triste.
Pero todo ello debe quedar ahora en un segundo plano porque lo prioritario es aunar esfuerzos, que ese mando único que anunció Sánchez sea también una voz única y un esfuerzo común de millones de familias que anoche salieron a sus balcones para demostrar que estamos juntos y unidos, para certificar que España es un gran país. Y por favor, señores del Consejo de Ministros, dejen ya de pelearse.
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