El tren del litoral y el metro son cosa de todos
Después de más de veinte años de promesas incumplidas es hora de que la sociedad civil considere suya la reivindicación del desarrollo de los ferrocarriles en Málaga y no deje todo en manos de los políticos
Es tan larga la lista de promesas incumplidas con todo lo que tiene que ver con el tren del litoral que uno tiende a desconfiar, ... aunque en esto, como en todo, se trata de perseverar. Ya lo dijo Camilo José Cela en su discurso al recibir el Premio Príncipe de Asturias: «En España, el que resiste, gana». Es verdad que esta frase se la dirigió el escritor en 1987 al entonces príncipe y hoy rey, pero sirva hoy para confiar en que, como él llegó a ser Felipe VI , Málaga tenga algún día su conexión ferroviaria con Marbella y Estepona. Resistamos entonces. Desde hoy hasta el final.
Porque han pasado más de veinte años desde que el presidente de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves, presentara este proyecto. Luego, incluso la ministra malagueña Magdalena Álvarez desveló en 2018 en una entrevista a un servidor que ofreció pagar el tren del litoral a la Junta, pero que no llegó a un acuerdo con la entonces consejera Concha Gutiérrez –funesta siempre para los intereses de Málaga– y el presidente José Antonio Griñán. El propio ministro José (Pepiño) Blanco, también socialista, remitió en 2011 a Griñán el protocolo del consorcio del tren litoral. Porque aquí, antes de meter en el cajón cualquier proyecto, lo primero que se hace es montar un consorcio. Qué pregunten por el consorcio del auditorio de Málaga, por ejemplo.
Luego llegó el PP de Rajoy y todo siguió más o menos igual. La ministra Ana Pastor, en un encuentro de SUR, llegó a anunciar que se estaban estudiando cinco alternativas y que «se presentaría en pocos meses». Ya se sabe que la medida de tiempo de los políticos siempre es indeterminada, porque meses pueden significar años. O incluso nunca.
Pero es que el sucesor de Pastor en la cartera de Fomento, Iñigo de la Serna, llegó a presentar el proyecto en Marbella junto a la alcaldesa Ángeles Muñoz. En la crónica que firmó en SUR Héctor Barbotta se daban todo lujo de detalles. «Tendrá una inversión en una horquilla de 2.370 a 3.850 millones de euros».
Y pasó el tiempo. Y volvió el PSOE al Gobierno. Con José Luis Ábalos nada se supo, estaría –y de hecho parece que lo estaba– ocupado con otros asuntos. Porque entre acarrear maletas en Barajas y otras cosillas no tenía tiempo para más. Pero el mayor alarde de trilerismo político lo ha protagonizado el actual ministro Oscar Puente, que llegó a decir que «no hay ni un sólo papel con el que trabajar». Toma ya. Todo eso para añadir, poco más o menos, que nada de esta propuesta del tren tenía sentido porque no era necesaria ni tenía sentido. Y por si quedaba alguna duda, el subdelegado en Málaga, Javier Sala, le echó un capote y dijo que si el PP tenía tanto interés en el tren del litoral pues que lo hiciese la Junta de Andalucía. En fin, que en esta lista de despropósitos no se libra ni uno.
Pero ahora surge una nueva –la enésima– oportunidad a partir de una iniciativa liderada por la delegada de la Junta en Málaga, Patricia Navarro, y respaldada por todos los alcaldes de la Costa del Sol y de Algeciras. Es verdad que todos son del PP, pero no deja por ello de tener un enorme valor institucional. Cómo será que la proposición no de ley presentada esta semana en el Parlamento de Andalucía, que reclama que se rescate el proyecto y se libere el peaje de la AP 7 hasta tanto se cuente con esa infraestructura ferroviaria, fue respaldada no sólo por el PP, sino también por el PSOE, Vox, Por Andalucía y Adelante. Es decir, por unanimidad. Aunque seguro que alguno de los que levantó la mano pensaría que no era más que papel mojado.
Ahora, la misma propuesta llegará de la mano de Elías Bendodo a Madrid, tanto al Congreso de los Diputados como al Senado.
Es una buena noticia que este asunto, que lleva más de un siglo –sí, más de un siglo– dado vueltas por los despachos de la Corte vuelva a la actualidad, pero no servirá de nada si la sociedad civil no se pone al frente de esta reivindicación, si la hace suya y asume la responsabilidad de defenderla y exigirla.
Porque este tren no es para turistas y mucho menos para ricos. Este tren es, sobre todo, para la gente que cada día se levanta a trabajar y tiene que hacer decenas de kilómetros, para aquella que vive lejos porque no puede vivir cerca, para que esta gran Málaga en la que vivimos se pueda vivir un poco mejor, para que se genere riqueza y desarrollo. Sería un error pensar en este tren para aquellos que lleguen al aeropuerto y quieran ir a Marbella o Estepona. Este tren, insisto, debe ser para mejorar la vida de los que están.
Por eso todas esas asociaciones, colectivos y entidades de la sociedad civil deberían dar un paso adelante, ser incómodas para los que mandan y defender lo que, de verdad, tienen que defender. Lo contrario nos haría pensar que algunos también están por lo que están. Un tren nunca llevará a la calle a decenas de miles de personas –pensar eso es absurdo–, pero si puede generar una identidad común, un sentimiento de pertenencia, que permita trabajar juntos por un beneficio común. Cuando personas con ideas diferentes se unen por un objetivo común pueden conseguir metas impensables. Y quizá eso –con políticos y gente de la calle unidos– es lo que necesita este proyecto y esta ciudad. Aquellos que se desmarquen por intereses partidistas o personales –que seguro algún lector ya tiene en mente– quedarán excluidos de manera natural. Aquí se trata de resistir, pese a todo y pese a todos.
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