Tren
No me pregunten por qué, pero siempre me ha llamado la atención esa capacidad tan nuestra de vivir permanentemente instalados en la memoria frágil. Salvo ... excepciones, se puede aplicar a casi todo. Y sobre todo si funcionamos como colectivo. Tendemos a pensar sólo en el segundo de ahora, sin pararnos mucho a analizar el medio plazo ni, por supuesto, a ver qué consecuencias tuvieron iniciativas o decisiones similares en el pasado. Que siempre las hay porque la historia, amigos, es circular.
Lo pensaba hace unos días, después de leer un extraordinario artículo del historiador Víctor Heredia, aquí en SUR. Hablaba del tren litoral, pero no del de ahora, sino del de hace... 99 años. Sí, han leído bien. Casi un siglo. Y seguimos en las mismas. Probablemente por falta de decisión política, de compromiso y de luces largas, pero también porque, desde nuestro lado, no terminamos de funcionar de manera eficaz como sociedad civil.
El artículo del que les hablo no se refiere a ese término tan contemporáneo y urbanita, sino al de las «fuerzas vivas» de la ciudad. Porque en aquella reunión del 30 de abril de 1925 no sólo se reunieron los alcaldes de todos y cada uno de los municipios que reclamaban la conexión ferroviaria de la costa -de Málaga a Algeciras, pasando por Marbella, Manilva o Estepona-; también los representantes de los grandes sectores que necesitaban aquel tren para seguir creciendo, caso de los comerciantes o las federaciones gremiales.
Aquello, y no hago 'spolier' porque seguimos en las mismas, no salió bien, pero no puedo evitar la comparación con las formas de negociar de hoy en día. Sobre todo desde la política, que tendría que ser el primer gran acelerante de proyectos que son objetivamente buenos para todos, independientemente de los colores. Sí, ya sé que eso es mucho pedir, pero precisamente ahí es donde entra en juego esa sociedad civil y su derecho natural para fiscalizar, exigir y presionar al que toma las decisiones. Hacerlo unidos. Y, sobre todo, hacerlo con la conciencia de que esto es una carrera de fondo. Que no puede pasar otro siglo para que los que se tienen que sentar y pactar lo hagan de una vez.
Parece, sin embargo, que vamos por otro lado. Estamos entusiasmados mirando al cielo con los drones de pasajeros -ojo, bienvenidos sean también-, cuando lo que realmente tendríamos que hacer es bajar a tierra un proyecto que solucionaría un derecho básico para los ciudadanos: el de la movilidad. Pero para eso hay que movilizarse, y nunca mejor dicho. No existen muchos ejemplos en la hemeroteca, pero sí algunos. Porque ya lo logramos una vez, cuando la ciudad se echó a la calle para reclamar el uso museístico de la Aduana a pesar de que los proyectos y las intenciones políticas iban por otro lado. Gracias a eso tenemos hoy el Museo de Málaga. Podemos volver a repetirlo, pero para eso hay que subirse al tren. Y hacerlo juntos.
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