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El empecinamiento, además de un acto de soberbia, es un alarde de torpeza. Y si nos vamos al campo de la gestión pública, aún más. ... Son las administraciones las que deben dar un ejemplo de adaptación cuando haya argumentos para ello. Viene esto al caso por los últimos acontecimientos alrededor del proyecto de la torre del puerto en el dique de Levante. Las dudas razonables que se ciernen sobre la capacidad de los promotores del proyecto para seguir adelante con el mismo suponen una oportunidad para repensar esta iniciativa.
La sociedad concesionaria, Andalusian Hospitality II (a cargo del fondo catarí Al Alfia y de Hoteles Hesperia) tiene un par de meses para entregar el proyecto constructivo antes de elevarlo al Consejo de Ministros para su aprobación definitiva y no parece capaz de cumplir este plazo. El Puerto está dispuesto a darle una prórroga máxima de dos meses pero si no cumple con los requisitos le retirará la concesión, con la pérdida automática del aval de dos millones de euros.
Es difícil saber los entresijos, pero todo esto recuerda a lo ocurrido en su día con la primera adjudicataria de lo que hoy es el Muelle Uno, Chelverton, que resultó ser un fiasco y que terminó dando paso a la entrada de empresas como Myramar y Unicaja, que fueron finalmente las artífices de lo que hoy es el paseo comercial del recinto portuario. Si entonces, hace ya 15 años, el interés público primó sobre las intenciones de Chelverton, hoy habría que plantearse una pregunta similar.
El 19 de septiembre de 2016 el Puerto de Málaga, con Paulino Plata al frente y el respaldo de las autoridades de la ciudad, presentó el proyecto para hacer un hotel en el dique de Levante, un plan que pretendía simbolizar la apuesta de la ciudad por el turismo de lujo y el desarrollo económico. Pero en estos ocho años la ciudad, y diría que el resto del mundo, ha experimentado una serie de cambios extraordinarios en la forma de entender el turismo, la economía y el desarrollo. La Málaga de 2024 no es la de 2016.
Imaginen que una persona joven decidió en 2016 comprarse una casa para vivir. Pensó que lo mejor era un apartamento en el centro, donde disfrutaba de su tiempo de ocio e ideal para satisfacer sus necesidades. Pero por diversas circunstancias no pudo ejecutar la compra hasta hoy, en 2024, ocho años en los que su vida ha cambiado considerablemente. Ahora tiene pareja, dos niños pequeños, un perro, teletrabaja y su compañero está empleado en una empresa del PTA. Evidentemente sus necesidades han cambiado y probablemente la idea de ese apartamento en el centro no le parecerá hoy tan excitante.
Pues algo similar ocurre con la torre del Puerto. Habría que sentarse de nuevo y analizar, con las nuevas aspiraciones y necesidades de la ciudad, si el proyecto es tan sugerente como lo era hace diez años, cuando se empezó a barajar esa idea. Por eso, los incumplimientos de los adjudicatarios, lejos de ser un problema, se pueden convertir en una buena noticia.
Y esta revisión del proyecto debería realizarse sin empeños ni empecinamientos y pensando en el bien general. Si al final de este análisis se vuelve a llegar a la conclusión de que es bueno un hotel en el dique de Levante, pues adelante. Pero sería un error seguir con el plan simplemente por inercia o por el absurdo empeño de querer llevar razón a toda costa.
Ha sido tanto el ruido y la desinformación en torno a este proyecto que no merece la pena detenerse en ello. Porque la pregunta no es si me gusta o no el proyecto, sino si es bueno o no para Málaga. A modo de apunte, no tengan la menor duda de que ahora que el autor del anteproyecto, el arquitecto José Seguí, se ha desvinculado del proyecto, algunos de los colegas que lo han criticado tanto estarían encantados de tomar el relevo. Cosas de la vida.
El mejor favor que nos podemos hacer como sociedad en este asunto es parar, detenernos y pensar. Quizá se llegue a la conclusión de que lo mejor es dejarlo como está, ubicar otro equipamiento cultural y ciudadano o seguir adelante con el hotel. Sea lo que sea, que sea fruto de la reflexión y nunca del empecinamiento.
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