Tecnología ante el arte, ¿disrupción o herramienta?
LA TRIBUNA ·
Hace muchos años, cuando aún no existía el coronavirus, los museos no tenían la preocupación de llenar sus salasJOSÉ ALBERTO SIMÓN
Martes, 18 de mayo 2021, 07:56
Analizo mi entorno y veo un mundo de diferentes velocidades. En ese espacio de tiempo, algunos viajan a la velocidad permitida y otros pisando el ... freno. Siempre me pareció fascinante cómo para algunas cosas nos sentimos contemporáneos, miembros del siglo XXI que nos toca vivir, y para otras nos alejamos sin querer ni oír hablar de lo que a día de hoy se considera innovación.
Poniendo un caso práctico. Gran parte de la población se siente parte de esta época gracias a la ropa actual que compra, o al poder hablar ya sea de series turcas de la Isla de las Tentaciones. Probablemente quieras comprarte el móvil de última generación pero por otra parte no tengas ni la menor intención de aprender a usar los nuevos servicios que te ofrece.
En el mundo del arte sucede algo similar. Nos encontramos con un ecosistema que viaja hacia delante en el tiempo pero sin usar las velocidades que ofrece la contemporaneidad. Se sabe que están ahí, pero por diferentes motivos, se sigue viajando usando la primera marcha.
Pasan los años y los museos, ya sean de Málaga o de España (siempre hay excepciones), continúan siendo templos de conocimiento, espacios poco acogedores en los que la neointelectualidad frena al consumidor medio que se siente elemento discordante en una ecuación en la que la x la resuelve siempre la élite. Quizá se deba a la perpetuación del sistema de exposiciones estáticas, en las que el espectador siempre juega el papel de espectador y en las que en la mayoría de las veces, -y más en exposiciones de arte abstracto- el visitante se va sin haber entendido nada.
Hay un muro que es necesario derribar: el que nos separa del mundo del arte y su legado histórico. Es el momento de volver a los museos, a las galerías de arte, a los espacios en los que la cultura juega un papel importante. Y si hace falta dinamizar esos templos con tecnología contemporánea, bienvenida sea.
¿La tecnología es un elemento disruptivo o trabaja como mediador con respecto a una obra de arte? Es la pregunta clave, la cual se siguen haciendo los directores de museos y galerías. Pero la respuesta quizá no sea tan compleja: dependiendo del uso que le demos puede ser un elemento que interfiera con la obra o la complemente. Y la dinamice. Y la acerque al espectador.
El objetivo debería ser que la tecnología pase desapercibida, permanezca oculta detrás del lenguaje visual y conceptual de la obra de arte. Una exposición sería todo un fracaso si tienen más peso unas gafas de realidad virtual o una pantalla táctil que la propia obra. Estas herramientas han de facilitarnos la comunicación entre el concepto artístico y el espectador. Al fin y al cabo, todos tenemos un móvil, y ¿quién no lo mira en algún momento mientras ve una exposición? Y ya ni te das cuenta, pero has revisado el whatsapp, has buscado alguna información sobre un cuadro o te ha llegado un mensaje en Tinder. ¿Por qué no usarlo para comunicarse con la obra, para interactuar con ella y hacer match?
Hace muchos años, cuando aún no existía el coronavirus, los museos no tenían la preocupación de llenar sus salas, ya que en mayor o menor medida tenían un flujo constante de visitantes. Incluso recuerdo noticias en referencia al control de aforo del Museo del Louvre para que la experiencia física fuese más placentera. También recuerdo leer que Amsterdam iba a reducir el número de turistas anuales en la ciudad. Paradojas del destino... Málaga y tantas ciudades de España desean volver a ver sus templos del arte llenos, pero ¿queremos que tanto los turistas como los malagueños entren y salgan de un museo sin entender nada? ¿O que el observador interactúe y experimente con la obra?
Son tiempos de inestabilidad y de reflexión. Estamos en un punto de inflexión proveniente de una pandemia que lo ha parado todo y nos ha permitido pensar. La cultura ha de volver, y con más fuerza. Ojalá sin prejuicios tecnológicos.
Pero para ello habrá que cambiar de marcha. ¿Por qué no metemos la segunda?
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