Supersánchez: misión Gibraltar
Sin ir más lejos ·
El presidente ha decidido implicarse más en la campaña del 2 de diciembre en contra de lo que hablan los medidos abrazos mitineros con Susana ... Díaz. Gibraltar, tierra andaluza, da nombre al huracán que recorre el 'Brexit'. El Peñón es algo más que una china en el zapato para May, y para España tiene forma de megáfono con el que hacerse oír en Europa. No tiene el mango de una sartén, pero se le parece mucho ahora que los chefs del proyecto europeo saben que no habrá mucho futuro sin cocina española. Perdido para la causa el Reino Unido, la sintaxis del divorcio se ha recortado por sorpresa para no enfadar al socio despechado. May no quiere asumir más platos rotos y que se le agrie la penosa digestión con el rollito de un Hong Kong meridional, ese limbo con carné de colonia, patente de corso fiscal para el juego on line y movilidad sin trabas para los llanitos a un paso de Sotogrande y Marbella. El Gobierno español ha reaccionado tarde y bien, aunque con el sello sureño de las cosas dejadas para el final. La procrastinación ibérica frente a la consabida flema escriben otra página en el tortuoso culebrón de 300 años. Borrell, in extremis, rechaza un escupitajo diplomático a España que se quedaría sin voz ante el futuro del gran casino cuando sólo sea una anomalía fuera del club. No puede ser que los macacos que acechan al turista en la Roca vayan a tener un estatuto transitorio más claro que los 300.000 británicos afincados bajo nuestro sol o que los vecinos de la comarca vecina, relegados con suerte a mano de obra de los nuevos súbditos volcados en ganar el relato de victimismo europeísta. Se trata de no perder los privilegios y seguir moviéndose de un lado a otro como si nada hubiera cambiado. Si el pasaporte les ha garantizado hasta ahora a los llanitos disfrutar de lo mejor de dos mundos a un lado y otro de la frontera, la meta futura puede ser una nueva nacionalidad de británicos bipolares con spanglish de derechos. Con Merkel en tiempo de descuento, Sánchez aún cree que podrá echar mano de la canciller abducida en Doñana hace sólo unos meses. Se atreve con todo, con la Roca y con Franco, también con esos más tres siglos inmóviles. La verja que decidió abrir Felipe González en 1982 ya fue un gran paso para que Reino Unido nos pusiera alfombra hacia el club europeo. Blair jugó a extraño hereje con Aznar y dejó hacer hasta un referéndum. Luego, Zapatero-Moratinos ensayaron el 'flowerpower' de la cooperación que no sacó al campo de Gibraltar de comarca fallida, pero dio alas y más aeropuerto al Peñón. La diplomacia puede jugar al humor británico este domingo o dejar que se escriba una página nueva. «Alguien en Bruselas no ha hecho bien su trabajo», nos ha prevenido de chapuzas en plan Gila Pedro Sánchez, tan parco en chistes como osado en sus aventuras. Le gusta volar mucho y ahora lo intenta a mucha altura con una escueta capa de superman castizo firmada por 84 diputados. Supersánchez se la juega y mira al superdomingo de mayo.
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