La soledad de Felipe VI
La soledad es un silencio impuesto. Un reloj al que le sobra el tiempo. La noche con los ojos abiertos y los labios cerrados. El ... futuro con candado y sin llave. Una desmemoria sin espacio para la defensa. Felipe VI aislado en sus canas.
El pasado 19 de junio de 2024 se cumplieron diez años, con sus días y sus noches, de su proclamación como Rey de España. Celebración impuesta sin pompa y sólo con circunstancia. El sanchismo y su universo particular de los enemigos del régimen del 78 nos mostraron a nuestra monarquía parlamentaria impregnada de tristura. No como una historia de éxito de nuestra democracia, sino como una suerte de duelo que hay que padecer y ocultar. Los pecados de nuestro monarca son heredados y por ese motivo es imposible que pueda ser redimido por ellos. Sólo hubo sitio para un brindis familiar y unos comentarios tras el encuentro de nuestra selección de fútbol frente a Italia. Los enemigos de nuestra España constitucional quieren reducir su papel institucional al de buen padre y esposo, dejándolo opinar sólo de temas intrascendentes. Que el lujo y el brillo queden para otros. A él le debe bastar su vida como estancia plácida, alejada, callada, llena de libros bellos, con flores, como diría Juan Ramón Jiménez. Lejos de sí mismo, alejado de España y su monarquía. Una vida de hojas secas y sueño frío sin espacio para el éxito. Una mentira que todos deben aceptar como verdad.
Debemos sublevarnos ante esta visión de una España fallida e ininteligible. Felipe VI es el monarca que necesitamos en la actualidad. No la caricatura que hacen de él los republicanos que se declaraban anteayer 'juancarlistas'. Queremos reconocemos en el jefe del Estado de mirar noble y convicciones recias. El amante de la libertad, la concordia y el respeto por la ley. El que conoce sus obligaciones, explora sus posibilidades y respeta sus límites constitucionales. La persona que no se siente rehén del fatalismo de los políticos sin memoria ni futuro, abonados al cálculo meramente electoral. Un monarca que entiende el ejercicio de sus responsabilidades no como una coyuntura para ejercer el poder en su propio beneficio sino como una ocasión magnífica para brindar oportunidades a todos aquellos que no las tienen.
Junio tiene la prisa que mayo contuvo. Felipe VI, sabedor de su papel en la Historia, debe seguir siendo el protagonista de una sociedad moderna que no concede su derrota al populismo de hoz negra y puerta cerrada. Sin complejos debe convertirse en un enemigo reconocido de cualquier ideología de patas cortas y mentiras largas. Su defensa de la verdad constitucional será de nuevo un acto revolucionario que lo liberará de su soledad.
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