Sobrevivir
Los manifestantes de ayer se adueñaron de las calles de la ciudad y por un día desbancaron el predominio foráneo. De nuevo las calles de ... Málaga transitadas por una mayoría de malagueños agrupados para poner sobre la mesa un problema nacido del éxito. El éxito de Málaga como lugar atractivo para ser visitado, como punto de inversión rentable y como foco empresarial y cultural ha generado un lugar de sombra. Lo que en principio se pudo considerar como un daño colateral -el encarecimiento de la vivienda o la despersonalización del centro histórico- se ha convertido en un verdadero fuego amigo. El beneficio de una parte de la ciudadanía, perjudica estrepitosamente a otra. Y lo hace en una escala progresiva. A mayor beneficio de unos, mayor perjuicio de otros.
La situación parece asunto de equilibristas. Pero de equilibristas escorados. De un centro urbano propio de una ciudad abandonada se ha pasado a un casco histórico convertido en un macro hotel con comedor. En un hábitat concebido cada día más para el viajero y menos para el residente. Demasiadas calles no son otra cosa que la prolongación de unos restaurantes que no cesan de multiplicar sus filas de mesas y convierten la vía pública en un desfiladero.
«Más gazpachuelo, menos sushi», podía leerse en una de las pancartas de la marcha amparada con el lema general de «Málaga para vivir, no para sobrevivir». El mencionado equilibrio tendría que amparar la existencia más o menos armoniosa de gazpachuelo y sushi. No cerrar las puertas al turismo pero sí regular seriamente los evidentes aspectos lesivos que tiene para los malagueños. Uno de ellos tiene que ver con el tipo de turismo que recibimos. Entre otras cosas porque el flujo masivo proporciona beneficio a corto plazo y a la larga acaba convirtiéndose en una prolongada degradación. Somos mediterráneos, fenicios, y estamos abiertos al que viene de fuera para el intercambio económico, cultural o de aquello que beneficie a uno y a otro. Pero ese intercambio está dejando demasiado lastre. Mal harían las instituciones interpeladas en tomar la manifestación de ayer como una pataleta pasajera. Algún manifestante llevaba un dorsal bastante ilustrativo: «Corralas en lucha». No es para tomarlo a broma. Es evidente que los malagueños somos emprendedores. La prueba es la propia situación que comentamos. Sin ser capital cultural europea ni autonómica ni sede de ninguna expo, estamos heridos de éxito. Si la corrala malagueña se pone en lucha, cuidado. Puede haber muchos 29 de junio. Entre otras cosas porque argumentos no faltan y aquí, por suerte, poca gente se conforma con sobrevivir.
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