El santo Grial de las personas obesas
MÉDICO. MIEMBRO DE LA ACADEMIA MALAGUEÑA DE CIENCIAS
Sábado, 21 de septiembre 2024, 02:00
El premio Princesa de Asturias de Investigación Científica y Técnica de este año ha recaído sobre cinco endocrinólogos (Friedman, Drucker, Habener, Holst y Svetlana Mojsov) ... que han contribuido a desarrollar una molécula agonista de varias hormonas secretadas por el intestino que actúan sobre los mecanismos cerebrales reguladores del apetito. Como médico endocrinólogo no puedo sino alegrarme de que tan prestigioso premio sea dado a investigadores del área de la endocrinología, Pero como clínico sin más apellidos, me siento también en la obligación de enfriar el entusiasmo despertado por estos fármacos. Hay un viejo chiste que dice que en España la gente cree que hay tres cosas que se pueden hacer sin esfuerzo, dejar de fumar, aprender inglés y adelgazar. La famosa inyección cuyo nombre comercial no voy a escribir por no hacerle propaganda, ha conseguido llevar al subconsciente de millones de personas la falsa idea de que, por fin, la medicina tiene en sus manos ese fármaco 'milagro' (así lo llaman en los medios) que va a conseguir que la gente adelgace sin esfuerzo. La obesidad puede ser en algunas circunstancias una enfermedad, pero el sobrepeso y la obesidad poblacional son solo una variante antropométrica resultado de un desajuste evolutivo ente la biología y el medio ambiente. En ambas situaciones la causa no es la biología. Por eso tratar a todos los obesos con un fármaco tan activo metabólicamente es como matar moscas a cañonazos. Hoy la difusión y uso del medicamento está fuera de control, ha saltado las fronteras de la ciencia y de la clínica, y se ha convertido en un producto de mercado capaz de levantar los números rojos del PIB de Dinamarca. Un hecho insólito en la historia de la industria farmacéutica. La euforia es de tal grado que no hay periódico o revista que no dedique páginas enteras y sesudos informes donde los médicos, especialmente los endocrinólogos, brindan con la sociedad porque creen, al fin, haber encontrado el 'santo grial' (así lo llaman también) que tantos años llevaban buscando.
En este ambiente es fácil que se nos nuble la vista, por eso no es ocioso recordar, aunque sea brevemente, que la historia del tratamiento farmacológico de la obesidad es la de un fracaso, en ocasiones anunciado. Así ocurrió con los famosos 'anorexigenos' que inundaron el mercado hasta finales de los ochenta del siglo pasado, siendo el caso más conocido el de la llamada píldora 'Fen-Fen (Fentermina-Fenfluoramina)' o los más recientes del 'ribonamant' y la 'sibutramina'. Todos ellos tras haberse autorizado, comercializado y vendido millones de dosis, produjeron dependencias, muertes y complicaciones, teniendo que ser retirados del mercado a finales del siglo pasado, en el 2008 y en el 2010, respectivamente.
Pero hay otra razón para rebajar el entusiasmo y reclamar prudencia. Y tiene que ver con la fantasía de creer que la biología es un destino y que la ciencia puede solucionar todos los problemas con inyecciones y pastillas. A finales del siglo XX se había llegado a la conclusión de que muchos de los problemas de salud contemporáneos no podrían ser resueltos acudiendo solo a las causas primeras (biogenéticas), ni a las secundarias (psicológicas) sino a las causas terciarias, de orden social y económico. Y es este el consenso que hoy se ha roto a pesar de que todos los grandes estudios muestran que la probabilidad de llegar a ser obeso es mucho mayor en función del nivel de estudios, de ingresos, del lugar de residencia o del país de nacimiento. Así, por ejemplo, la probabilidad de ser obeso es mayor si vives en Andalucía que en La Rioja o el País Vasco, o en España que en Holanda. Y sin salir de Málaga, la probabilidad de ser obeso es varias veces mayor si vives en la Palmilla que en el Limonar o cuatro veces más, vivas donde vivas, si solo tienes estudios primarios. Hoy la medicina y la ciencia se han desinteresado de las causas socio-económicas y solo miran 'al gen' a pesar de que no hay ningún gen que pueda explicar con tanta fuerza las diferentes prevalencias de obesidad entre grupos humanos y entre comunidades. El lector informado sabe de lo que hablo y no hay aquí espacio para más precisiones. Si una parte de los miles de millones de euros que se gastan en buscar 'el santo grial' se dedicaran a combatir la falta de educación, la desigualdad, crear espacios urbanos y laborales saludables y a educar para la frugalidad, ni los médicos ni la industria farmacéutica estaríamos ahora ofreciéndoles a la sociedad inyecciones milagrosas que, nunca (al menos eso espero), serán costeadas por el sistema sanitario público. Pero, sobre todo, espero que no tengan que ser retiradas del mercado, por una cosa que se llama 'respuesta idiosincrática', y comiencen a comunicarse complicaciones inaceptables, como ya ha ocurrido con todos los 'santos griales' anteriores. Pero, si por desgracia ocurre, ya será demasiado tarde y ni las empresas devolverán los miles de millones ganados ni nadie pedirá disculpas, pues para entonces los científicos y la industria estarán imaginando otra píldora milagrosa para esta 'enfermedad' que los humanos hemos inventado en el siglo XX y que, a pesar de toda la ingente atención e inversión que se le presta, paradójicamente, no hace sino aumentar. ¿Y la pobreza? ¿y la falta de instrucción pública? ¿y las desigualdades prevenibles? ¿y el fomento de una cultura de la frugalidad? Pues todo eso, parodiando a un famoso humorista: maañaanaa...
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión