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En el fondo es inocencia, eso sí, malintencionada. Es la ingenuidad del optimista tramposo, que cree que todo le puede valer. Pero es obvio que ... se trata de un inmenso desprecio por los ciudadanos, pues pensar que pueden contarles lo que quieran, que con todo tragarán, no es precisamente edificante. Puente echa balones fuera como puede, hay que reconocer que a su propia chapuza tiene que sumar la heredada de su compañero, el anterior titular de la cartera de transportes, José Luis Ábalos.
Y es que la experiencia de estos siete años nos enseña que Sánchez y los suyos no han venido a gobernar, sino a mandar. Parece que pensaron que gobernar es eso que ocurre mientras uno se pasea, engola y manda, en su ministerio y por España. Al fin y al cabo, luego se nombran secretarios de Estado, directores generales y presidentes de empresas públicas o entes, que son los que tienen que estudiar y saber. Pudiera ser, pero quizá el error está en que, en todo caso, hay que ocuparse y también en que los 'a nombrar' tiene que ser algo más que compañeros de partido 'bien alineados'... Y es que, aunque estos jefecitos no lo quieran creer, es conveniente la preparación técnica específica para los cuadros teóricamente especializados, mírese Beatriz Corredor. Porque definitivamente tenemos que negar -por ejemplo- las palabras referidas al Consejo de energía nuclear de una de sus consejeras: no es mejor no saber demasiado, no, tener preparación no es contraproducente. La política no es, no puede ser, sólo propaganda.
Cuando esta semana se paralizaron 18 trenes -y al día siguiente 14 más- la explicación fue inmediata: sabotaje. Óscar Puente cayó en la tentación, busquemos el fantasma... Era como seguir la estela del descartado ciberataque del apagón. Es mucho mejor ser víctima que responsable de un gran desaguisado. Mientras tanto, el país real se detiene. Los trenes -que fueron ejemplo- se retrasan gravemente o no circulan, los pasajeros quedan tirados, los sistemas no responden. Y los responsables tampoco. Quedan las investigaciones y ya nos avisan de que tardarán bastante, mientras tanto «no hablen, no especulen, no se crean bulos... Son 700 millones de datos...». Ya lo dijo Sánchez.
La película 'Atraco a las tres', de José María Forqué -1962- era una comedia entrañable sobre un plan imposible en la que los que iban a robar eran los propios empleados del banco. Esto de ahora también es un atraco -a la verdad, al sentido común, al rigor, al respeto institucional- pero ya no hace gracia. Porque este sabotaje, pura comedia, no es sino tragedia: sin trenes, sin explicaciones, sin disculpas y con la seguridad de que se va a repetir una y otra vez.
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