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Ya pueden cantar los obispos la resurrección de la carne. El papa argentino juega al veo-veo con los peregrinos romanos. Se asoma de improviso ... entre las columnas del Vaticano e imparte bendiciones desde su silla de ruedas. Se acabó el martirio de la cruz y se acabó la agonía del Gólgota. Las puertas del cielo se han abierto y el tormento ya es un asunto terrenal. Cosa de los que aún están en el trámite de la ascensión. Niños palestinos amputados o tuertos que sirven de materia para premios fotográficos. Mártires sin fama, anónima carne de cañón repartida por el mundo en cien guerras. Gaza, Ucrania, Yemen o el pozo de África.
Mucho tránsito de la silla de ruedas papal requiere el mundo, mucha bendición y agua bendita esparcida por medio de esos hidroaviones que riegan los incendios. Seguiremos el vía crucis de los aranceles, los azotes de ese fariseo que se ha instalado en la Casa Blanca con el beneplácito y el fervor de millones de cuáqueros, metodistas, hijos de la cienciología y devotos del dólar. Dicen que algunos empiezan a hacer acto de contrición, miran al cielo y gimen. Pero el diablo ya anda suelto y con el espumoso flequillo incendiado. Le arde la cabeza, le arden las meninges, esa breve sucursal del infierno. Tiene un verbo flamígero y contradictorio. Una bala le afiló la oreja para acabar de darle la forma demoníaca. Demonio de feria.
Y mientras, para aumento de las desgracias, la semana del Calvario comenzó con la muerte de Mario Vargas Llosa. Desgracia para las letras universales. La brújula del mundo, esa que a través de lo que nunca sucedió -la novela- cuenta nuestra verdadera historia, perdía una de las referencias más claras del último siglo. Una de las más altas de toda la historia en lengua española. Una orfandad que ya solo puede ser paliada con la visita a su obra. Cada página leída será una resurrección íntima de su creador. Constructor de siete u ocho catedrales literarias. Desde la vidriera de 'Los cachorros' a la monumental 'La guerra del fin del mundo'. Ángeles y arcángeles, demonios de saldo y gente de mal vivir, vírgenes sin más palio que el cielo y maría magdalenas viajando en vuelos privados. Para todos toca la campana en este día de resurrección. Cuentan que cuando Jesucristo abandonó el sepulcro que le habían prestado hubo temblores en la tierra y fenómenos extraños en el cielo. Veremos cómo se despiertan mañana las cotizaciones de la bolsa y con qué humor abre los ojos el duende de la casa blanqueda y el alma ennegrecida. El papa, además de al veo-veo entre las columnas vaticanas, debería dedicarse a la práctica del exorcismo.
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