Réquiem por la libertad en la Universidad Complutense
REPASO SEMANAL ·
Visto lo que pasó el lunes en la Facultad de Periodismo de la Universidad Complutense, confieso que he tenido suerte. Estudié en ese centro cuando ... se respiraba libertad, cuando el sectarismo no campaba a sus anchas. En la década de los años ochenta se vivía en otra España. Recuerdo que en las clases los alumnos no se diferenciaban por sus ideas políticas, sino más bien por su pertenencia a tribus urbanas. Era el Madrid de la movida. Había heavies, rockeros, mods, pijillos y lo que podríamos denominar como no adscritos. A nadie se le preguntaba sus simpatías por uno u otro partido político. En los intercambios de clases, las conversaciones versaban sobre cuestiones relacionadas con las asignaturas, sobre el futuro de los incipientes periodistas, sobre la música del momento, sobre los locales de moda, sobre fiestas a las que acudir y, sobre todo, sobre relaciones humanas, o sea, sobre ligoteo. En los cinco años de facultad ni un solo profesor lanzó una consigna política. Ni uno. Se celebraban conferencias de políticos que iban al centro con más o menos éxito a tenor del aforo que conseguían reunir y jamás se produjo un altercado como el que se vivió el lunes a raíz del reconocimiento de la presidenta de la Comunidad de Madrid como alumna ilustre. Otro de los galardonados, Antonio de la Torre, fue compañero de clase y tampoco en esos tiempos el ahora reputado actor con todo merecimiento destacaba como activista político. Ni mucho menos. Antonio era uno más de los que charlaba principalmente sobre relaciones personales. También estaba el actor Alberto San Juan, que guardaba una especial amistad con el malagueño y que tampoco destacó por ser un alumno especialmente interesado en temas políticos. Estábamos a otro rollo.
Hoy todo está impregnado desgraciadamente por la política y en el ámbito artístico da la sensación que se ven como obligados a posicionarse de una u otra manera. Obviamente hay libertad de expresión y cada cual puede manifestarse como le venga en gana, aunque después cada uno le dé la importancia que considere. Particularmente siempre me ha dado igual lo que diga un artista, me resulta indiferente, pues no le otogo ninguna superioridad moral sobre cualquiera de los mortales, aunque no se deben tener prejuicios sobre su labor profesional debido a sus inclinaciones políticas. Que cada uno vote lo que considere y por las razones que considere sin necesidad de seguir las directrices de nadie.
Resulta chocante observar el interior de las facultades de la Complutense llena de grafitis con consignas de uno y otro bando, ensuciando el recinto. Y también sorprende que la mejor alumna actual, Elisa Lozano, en su discurso pareciera más una adolescente típica de instituto vociferando con un megáfono que una universitaria. Es descorazonador pensar que esos alumnos serán los que pueblen las redacciones en los próximos años, pues ya vienen con las guerreras de los partidos puestas. Es de suponer que el profesorado actual tiene buena parte de culpa de lo que ahora está sucediendo. De esos polvos, esos lodos. Profesores salieron públicamente a criticar que se le diera a Ayuso el reconocimiento de alumna ilustre, algo que si se mira con algo de objetividad no se sustenta, pues si no es ilustre una persona que dirige una comunidad autónoma, sea del partido que sea, no se sabe bien quién podría obtener esa distinción.
En la década de los ochenta era impensable que los alumnos y los profesores estuvieran tan politizados como lo están ahora
Todo ha cambiado. Ahora hay menos profundidad en los estudios, se presta más atención a hablar de una determinada manera en vez de pararse a pensar en lo que se dice. Hay profesores en Periodismo que realzan la importancia de hablar con lenguaje inclusivo, aunque la Real Academia Española establezca que es incorrecto, profesores que en muchos casos ni siquiera han escrito un breve en un periódico, pero que serían magníficos redactores de argumentarios de partidos políticos. Confieso que cuando oigo a alguien hablar o escribir de esa manera me salta un click que me hace desconectar, porque pienso que hay mucho postureo detrás. Quizá sea injusto actuar de esta manera, pero me produce hartazgo esa nueva forma de intentar adocenar a los estudiantes hacia un pensamiento único tan sectario. Perdonen si me he puesto nostálgico, pero es que se echa de menos esa libertad en la Complutense.
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