Querer a Simón
VOLTAJE ·
Fernando Simón personifica el aprecio por la confianza en lo que nos salvaA Fernando Simón hay que quererle. Esta es una presunción de la que empecé a estar convencido hace ahora un año, y que se apoltronó ... en mi estado de ánimo durante la noche del domingo ante su última entrevista televisada, en la que vi a un tipo honesto, inteligente, humilde, que ha tenido la virtud de dar la cara sin dejar de posicionarse por debajo del mundo, en esas sombras que suelen ser más habitadas por santos que por hombres canosos. Mi admiración hacia él no es una postura voluntaria; no saco interés, ni la vida lo va a recompensar de ninguna manera, pero resulta agradable comprobar que alguien vuelve a ofrecer confianza en el ser humano, en lo público, o en tu país.
Dicen los que enseñan a meditar que la orientación del cuerpo es más importante que la necesidad de buscar cualquier estado cercano a lo pleno. Los que trabajan para curarnos, ya sean médicos, enfermeros o epidemiólogos, buscan esa posición, la de los vulnerables y la de los enfermos, más que el resultado inmediato de un tratamiento o de una cura, de ahí que la palabra clínico, de origen griego, venga de cama, acostado, de estar a la espera. La persona que vela por nosotros, y en quien nos encomendamos. No nos ponemos en las manos de nuestro pescadero, por mucho que creamos en él cuando nos dice que las coquinas no tienen tierra, nos ponemos en el que nos ampara con su diagnóstico, y a esas manos volvemos cuando lo peor nos acecha. Fernando Simón personifica el aprecio por la confianza en lo que nos salva, que es la Sanidad Pública y en los médicos, por más que la hayamos perdido una noche en la sala de espera de algún hospital.
Ser ejemplar no consiste en convertirse en un superhéroe ni amanecer vestido de semidiós. En el doctor Simón hay un profundo júbilo de ser, y una asunción también de nuestros errores que, cuando son asumidos, se transforman en una lección de vida. Simón nos recuerda nuestras limitaciones y eso, si no cura, al menos calma. Lo que a él se le reprocha es precisamente lo que le hace humano, lo que le define. Cómo no sentir admiración por alguien que ha dedicado buena parte de sus días a salvar vidas en África, a trabajar con el corazón en los que sufren, y no desprecio por el que se equivoca. Me sorprende que haya quien toma a este hombre por un malvado. Hay que asumir que la escenificación de la política en este país es triste, porque parece que se alimentan de nuestra división, de nuestro odio. Mientras tanto, hay sanitarios que encadenan contratos temporales durante años y la ciencia en precariedad. Otras veces, sin embargo, hay personas o acontecimientos que te hacen sentir un poco más aliviado de vivir en este país.
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