Pongamos que hablo de Madrid
Alguien lo tiene que decir alto y claro: señores, me importa un pito lo que pase en la capital
Viví algún tiempo en Madrid: era joven, estudiante, tenía un Opel Corsa blanco, un piso compartido con compañeros estupendos, y me lo pasé como los ... indios. Incluso llegué a usar coletillas chorras como esa de «Aquí, en Madrid» para referirme a cualquier cosa que sucediera, como si fuera única, novedosa o importante. Era bisoño pero no del todo, y en cuanto tuve la oportunidad de elegir, antes de anclarme a una vida en aquella ciudad, divertida pero a la par dura, hostil y sin mar, me mudé de vuelta a Málaga.
Después he vuelto muchas veces, por trabajo casi siempre, y desde el 2007 con el AVE es un paseo. Merece mucho la pena coger el primer tren de la mañana, pasar el día paseando por las calles del casco viejo, ver algún museo, tapear y comer en cualquier garito auténtico de los que todavía perviven... Y volver a casa en el último de la tarde. También tengo apuntadas las visitas que le debo a los amigos que viven allí, para cuando de una maldita vez nos dejen volver a movernos con libertad. Dicho sea de paso, manda narices que ya mismo los ingleses y los alemanes puedan venir a las playas en avión, pero nosotros no podamos ir a otra ciudad española, ni siquiera con los mismos requisitos. De verdad que no lo entiendo.
Hasta ahí todo estupendo... Pero ya está. Quiero decir que cansa tener Madrid hasta en la sopa de la cena. Sinceramente, las movidas políticas de la capital del reino me importan un pito: nada de lo que hagan me va a beneficiar ni a perjudicar ni a dejar nada en claro, más allá de que en la Junta se puedan contagiar de la fiebre rupturista y convocar elecciones anticipadas, que no creo. Les guste o no, es sólo una comunidad más, sin más trascendencia de la que puedan tener Andalucía o el País Vasco, pero con un foco mediático y una atención desmesurados para su peso poblacional, y más en un país tan descentralizado como España. Es cierto que últimamente Ayuso, Iglesias y los suyos están dando mucho juego, y que a veces las intrigas palaciegas se cruzan y se mezclan entre el Gobierno central, la Comunidad y hasta el Ayuntamiento.
Pero eso no justifica el coñazo que nos están dando con las elecciones, y lo que nos queda, que dan ganas de dejar de leer periódicos nacionales y de seguir las redes sociales hasta después del 4 de mayo. Lo que más me preocupa es el desapego al que se llega por saturación, como ya ocurrió con Cataluña. Cuanto más nos bombardean, mayor es la sensación de que no va con nosotros. Antes me encantaba Sabina y aquello de 'Pongamos que hablo de Madrid'. Pero ya agota que no se hable de otra cosa...
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