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PODEROSO CABALLERO

PARA LA AGENCIA TRIBUTARIA NO SOMOS IGUALES LOS ASALARIADOS DE ANDAR POR CASA QUE LOS CLUBES DE FÚTBOL

Martes, 25 de junio 2019, 07:47

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Desde que tengo uso de razón laboral, la primavera viene marcada por el anual y repetitivo encuentro con la Agencia Tributaria; tan fiel a su ... cita como las alergias de la estación. No hay duda que más de un ciudadano es alérgico a Hacienda y las urticarias son frecuentes. La temida Agencia no es cosa para bromas, ni se conoce que posea el más mínimo sentido del humor. No entiende de cualquier otro rasgo de humanidad que no sea el propio de las leyes que la regulan y no se trata de leyes precisamente flexibles. Si es necesario, los agentes tributarios irrumpen en una celebración nupcial y no entienden de si revientan o no la celebración. No parece que sepan mucho de comportamientos elegantes. No contemplan tampoco situaciones personales y desconocen cualquier género de empatía. Cuando un ciudadano o ciudadana se ve en la obligación (moral que no legal) de mantener a hijos o hermanos porque se encuentran en precaria situación laboral, si los primeros superan los 25 años de edad, son invisibles para la Agencia y, aunque estés en la línea roja de liquidez, hay que pagar los mismos impuestos que en situación normal. Por supuesto que todos estamos al tanto de la generalizada sensación de que no somos iguales los asalariados de andar por casa que los clubes de fútbol, las grandes empresas y corporaciones y las grandes fortunas. Como en diversos artículos ha puesto de manifiesto Héctor Barbotta, la imagen de nadar en la abundancia y de la supuesta extraordinaria riqueza de Marbella, es un factor que anda detrás del abandono tradicional al que viene sometida la ciudad por parte de la administración autonómica y central. Claro está que la afirmación anterior puede ser rebatida, aunque lo veo difícil ante la tozudez de los hechos. En Marbella sigue habiendo cifras de paro que no pueden ser aceptadas como algo rutinario. Formamos parte de un país en el que el salario mínimo interprofesional es de tan solo 900 euros, cifra presentada como una gran conquista social y sin que falte el día en que alguien la cuestione, adosándole todo tipo de males, aunque se trate del gobernador del Banco de España o de un político que declara un patrimonio superior a los 60 millones de euros. Es fácil pensar que más de uno necesitaría pasar por la experiencia de vivir un mes con 900 euros o con 500. Actualmente el salario medio de quienes trabajan en España es de 23646 euros, siendo en el País Vasco de 28204 y en Extremadura de 19672 euros. Dentro de esas flagrantes desigualdades entre comunidades autónomas, encontramos el desfase entre las retribuciones de los diferentes cuerpos de seguridad del Estado con respecto a policías locales en algunos municipios, o los sueldos de médicos y docentes en Andalucía, comunidad que ocupa el décimo segundo lugar en el sueldo bruto medio anual con 21404 euros. En estos días la opinión pública tiene entre sus conversaciones las retribuciones que van a percibir los alcaldes y ediles recién nombrados. En el caso de Marbella asciende a sesenta y cinco mil euros brutos, teniendo sueldo los portavoces de la oposición con dedicación exclusiva. Varias consideraciones: el hecho de que se reconozcan esos emolumentos a la oposición entra dentro de una lógica democrática; en nuestro sistema político la tarea que tiene encomendada la oposición es suficientemente importante (imprescindible) como para garantizarse que se realiza con el tiempo y la dedicación necesaria. Por otro lado, el hecho de que los ediles perciban un sueldo ciertamente elevado, sobre todo en comparación con la mayoría de la población, independientemente de la formación o cualificación, no es la causa de la precariedad retributiva que predomina en el país. Los políticos, también los locales, tienen que estar bien pagados y por ello sometidos al control y cumplimiento riguroso de su tarea, presidida por la eficacia y la honestidad. Buena parte de la ciudadanía se escandaliza, no sin cierto grado de hipocresía, por estos sueldos, pero después se olvidan de exigir los resultados a quienes son trabajadores a los que todos hemos contratados mediante el voto y a los que pagamos con nuestro dinero. En realidad, los empleadores somos tan solo la mitad del electorado porque la otra mitad se quedó en casa o en la playa. No creo que haya que pedir que los políticos ganen menos, sino que rindan más y que el resto de ciudadanos comencemos a ganar dignamente. Otro asunto sería qué cualificación habría que exigir a un representante público. Ese es un cascabel difícil de colocar

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