Un bar en la piscina
VOLTAJE ·
Pienso que nos estamos bañando en un agua que contiene mojitoLas vacaciones funcionan como el gran experimento de la clase trabajadora. Escribo como si estuviera en otro tipo de experimentación, redactando esta columna, trabajando junto ... a una enorme piscina de un hotel en la que los veraneantes parecen estar rebosando el agua, hundiéndose en ella, flotando y dejándose llevar por el tiempo que en verano se dilata con el calor. Podría ser que fuera el único huésped que tiene en el día de hoy la fecha límite, uno de los pocos que no está entregado a la dulzura de no hacer nada.
Estamos en la costa mediterránea, en el típico alojamiento de playa, un centro vacacional que podría estar en cualquier parte del litoral. Los británicos ya han colonizado casi todas las tumbonas y exprimen con fuerza el jugo de una pulsera que les permite consumir todo lo que quieran sin mayor coste que el que aportaron al efectuar su reserva cuando, desde sus casas y con el tiempo nublado, se imaginaban a sí mismos justamente así, tal y como están ahora. El todo incluido se les desparrama dentro. Contemplo la particularidad de la distensión en la barra del bar que está en la mitad de la piscina, lo que permite el presumible goce de beber mientras uno se encuentra en remojo. Pienso que me estoy bañando en un agua que contiene mojito.
Hay una manía que consiste en ir siempre sin camiseta, semidesnudos, incluso en los lugares más insospechados, como en los ascensores. Hay algunos jóvenes que lucen esbeltos, con una apariencia deportiva regalada por la naturaleza, pero en los cuerpos de los que son ya mayores la figura es diferente, mutan a otra cosa más ancha, como si la edad y una dieta líquida que se basa en pintas de cerveza fueran configurándolos con el tiempo, cuerpos ya embutidos en la experiencia vacacional y en la senda del ocio, que es lo que engorda la vida. Hay barrigas que podrían explotar en cualquier momento.
La mayoría de los bañistas se dedican a la autocontemplación y a toman el sol con los ojos cerrados. Algunas pieles están tan rojas que dan miedo, pero no importa, porque la carne quemada (y no morena) es la que ilustra este feliz acontecimiento; la llevan como un trofeo. Es la certificación de la experiencia. Hay muchos niños con diversos niveles de educación, socorristas sometidos al aburrimiento, animadores que dan clases de aquagym. Algunos se abandonan a la lectura de algún libro. Novelas de bolsillo, apenas algún ensayo. No hay biblioteca. Veo pocos periódicos. En una edición digital leo una cita de Julio Camba: «Toda civilización no es más que una lucha desesperada por no tener que trabajar». Pido un mojito.
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