PEDRO SÁNCHEZ, AL VOLANTE
Carta del director ·
Pedro Sánchez está empeñado en regalarnos un nuevo Gobierno de España por Navidad, entre Nochebuena y Nochevieja. Sólo le falta el visto bueno de la ... formación secesionista Esquerra Republicana de Catalunya. Ahí es nada. Es inevitable hacer chistes sobre los temas de conversaciones en las cenas familiares, con los cuñados, con las risas con los caganets o con la idea de un Nacimiento con los nuevos Reyes Magos de la política: Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y Oriol Junqueras. Ahí es nada.
Pero este país no está para chistes. Ni siquiera por Navidad. Ni siquiera con la posible vuelta a casa de Puigdemont, Junqueras y el resto de los huidos de la Justicia o encarcelados por sedición y malversación. Son bromas muy pesadas y, sobre todo, una suerte de inconsciencia que no se sabe bien qué consecuencias tendrá. Aunque se intuyen. Porque si hay algo evidente es que Pedro Sánchez está dispuesto a todo lo que haga falta por sentarse en la Moncloa de nuevo. Es un insulto contemplar los vídeos y declaraciones de las hemerotecas del propio Sánchez hace sólo unos meses: «¿Os imagináis, amigos, esta crisis en Cataluña con la mitad del Gobierno defendiendo la Constitución y la otra mitad del Gobierno, con Podemos dentro, diciendo que hay presos políticos en Cataluña y defendiendo el derecho a la autodeterminación en Cataluña? ¿Dónde estaría España? ¿Y dónde estaría la izquierda?». Esto decía Pedro Sánchez, el mismo que ahora está empeñado en formar Gobierno no sólo con los que consideraba un peligro, según sus propias palabras (Unidas Podemos), sino con aquellos que ni defienden ni respetan la Constitución y que además quieren salir de España. Que un preso por sedición y malversación tenga la llave del Gobierno de España porque el PSOE quiere dársela es un auténtico delirio.
Lo único tranquilizador hoy por hoy es que Pedro Sánchez y sus socios de Unidas Podemos, Esquerra Republicana, PNV y demás no suman los tres quintos del Parlamento con los que podrían campar a sus anchas por la Constitución, por el modelo territorial de España e, incluso, por el modelo de Estado. Porque poco se habla de la relación explícita e implícita de Pedro Sánchez y la Moncloa con el Rey de España y la Monarquía. Cualquiera diría que Pedro Sánchez se siente ya como un rey. Y eso que aún no tiene el pacto cerrado.
No es esto lo que, en mi opinión, votaron los españoles en las pasadas elecciones. Es verdad que hay socialistas, de Málaga y Andalucía, que defienden este pacto, pero también hay otros que, en privado (eso es realmente lo triste), consideran a Pedro Sánchez capaz de todo y que califican de locura esta situación. Ya podrían alzar la voz, aunque fuese por una vez. Un gran pacto, un gran acuerdo o una gran coalición habría podido sacar al país de este atolladero, evitando las influencias de los partidos más extremistas y con la fuerza suficiente para acometer grandes reformas (incluida la de la Constitución si así se acordaba) y buscar una salida y una solución conjunta al desafío secesionista de Cataluña, que pasa por sacar la Educación, las Administraciones Públicas y TV3 del control independentista.
Y el papel del PP está siendo, por su parte, tristísimo. A la expectativa, sentados en la mecedora esperando que Pedro Sánchez y el PSOE se hundan para ellos salir a recoger los escombros. Pablo Casado está demostrando no estar a la altura de lo que se exige en estos tiempos, sin desmerecer en la comparación con Sánchez y cía.
Uno tiene la sensación de ir en un autobús a más de 120 kilómetros por hora bajando por Las Pedrizas con Pedro Sánchez al volante y el resto de sus socios jaleándole para que no se detenga y siga apretando el acelerador. A tope y hasta el final.
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