La patria en la pantalla
La nueva ministra de Asuntos Exteriores ha declarado en su toma de posesión, en un inglés impecable, que Spain is back, o sea, que España ... ha vuelto, aunque nosotros seguimos quedándonos con el Spain is different, o sea, que aquí gozamos de una idiosincrasia particular: ayer la policía recuperó tres cálices y cuatro jamones robados en una iglesia de Marbella. El jamón goza de una época dorada en navidades y ya dimos cuenta del robo de 300 jamones a un camionero mientras dormía en un área de descanso en Las Pedrizas, el pasado diciembre. Pedazo de furgoneta que tenían los ladrones, capaces de alegar si los llega a parar la Guardia Civil que eran para consumo propio. Fue nada menos que Santa Teresa la que escribió «nada te turbe», ideal para conciliar el sueño, pero vamos a estar pendientes de las cosas valiosas. No paramos de consumir y eso provoca errores. Las empresas de mensajería no dan abasto con los regalos comprados por internet, que ahora son devueltos. Correos ha recuperado su protagonismo y las motos amarillas pueblan de nuevo nuestras calles, a veces hasta nuestras aceras. Un tercio de los malagueños realiza sus compras a través de internet y un tercio de ese tercio devuelve lo comprado. Existen productos difíciles de encontrar en un comercio tradicional, pero la mayoría de las veces compramos sin salir de casa porque bueno, bah, es que salir ahora yo qué sé.
Muchas de las grandes empresas multinacionales que operan en internet tributan mayoritariamente en otros países, y miles de patriotas españoles ayudan a levantar Luxemburgo, o Irlanda, que no es ni una ni grande, aunque libre sí, como nosotros, consumidores. Está tan enraizada la reciente moda de comprar a través de internet que ya conocemos de vista a ciertos repartidores y los saludamos por la calle. Cierran muchos comercios tradicionales, o sobreviven, tributando aquí, y las empresas de mensajería contratan temporalmente a más trabajadores para ir y traer cajas de cartón que, depositadas junto a los contenedores, nos dan una idea de las pulgadas del televisor del vecino del 5º. Cuando me lo encuentro en el ascensor me entran ganas de advertirle de la distancia mínima de seguridad visual, pero allá él: ya contratará un oculista online. En unos años nos traerán las compras en dron y las empresas de transporte no contratarán más trabajadores. Las tiendas tradicionales no se resentirán porque ya habrán cerrado. Yo soy de la vieja escuela y a mí que me entre un dron por la ventana trayendo un lavavajillas me da no sé qué. Me gusta tocar lo que compro y saber que hay una persona al otro lado del producto, aunque sea seca, como el jamón, objeto de culto (si lo robaron de una iglesia). El quid de la question, que diría Sherlock Holmes, el amigo del cachondo («querido guasón», solía decirle) es conocer la consecuencia de nuestros actos, porque está muy bien hacer grande a Luxemburgo a costa de nuestra industria, pero vamos a hacerlo sabiéndolo.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión