No oculto mi enorme extrañeza por la cruzada contra los patinetes eléctricos que se está extendiendo por la ciudad, como si estos artilugios fuesen una ... arma diabólica que exterminar. Y me llama aún más la atención por el hecho de que este vehículo de movilidad personal (VMP) es sostenible y contribuye a la reducción de emisiones.
El gran problema que han tenido los patinetes es que han debido compartir espacio con los peatones y las bicicletas, algunos los consideran una competencia peligrosa que puede arrebatar usuarios al transporte público y, además, resultan incómodos para una industria del automóvil amenazada desde innumerables frentes y en una profunda reconversión.
Todo el mundo tiene claro que los peatones tienen las aceras; las bicicletas, los carriles bici, y los coches, las calzadas. Y ahora muchos se preguntan por dónde debe ir este nuevo medio de transporte. Imagino que el mismo debate surgiría con la proliferación en su día de los coches. De hecho, en 1895 se promulgó una ley en Estados Unidos que obligaba a que delante de cada coche fuese una persona caminando agitando una bandera roja para alertar del peligro. Según relata Marc Vidal, el propio New York Times publicó que esta norma solo servía para «eliminar la utilidad que tiene un avance tecnológico como un carro sin caballo».
Con ello pretendo decir que uno de los problemas de los patinetes es que es un medio nuevo y por tanto nos obliga a afrontar cambios en los procesos de movilidad. Y ya se sabe que para muchos la combinación de las palabras nuevo y cambio genera pánico.
En Málaga, el debate parece en ocasiones mal enfocado. Es evidente la necesidad de una regulación para evitar que los usuarios dejen los patinetes donde les de la gana, que tengan zonas delimitadas para su conducción y unas normas que garanticen la seguridad de los conductores y de los peatones. Y todo ello pasa por la aplicación de esa regulación con eficacia. Si este país, España, ha sido capaz de conseguir que se deje de fumar en los bares y centros de trabajo, no parece difícil lograr que unos patinetes se aparquen bien y que las empresas de alquiler se adapten a las exigencias del Ayuntamiento.
Es adorable el empeño de algunos por alertarnos de los riesgos, pero hay que recordar que tanto los coches, con 1.118 muertos en 2018, como las motos y bicicletas tienen mucho más peligro. Que se sepa, el patinete es un medio seguro, a pesar de que se pone el grito en el cielo cada vez que hay un percance por pequeño que sea.
De lo que se trata, por tanto, es de incorporar este nuevo medio, y los que estén por llegar, a nuestro sistema de movilidad; diseñar espacios seguros para su conducción; proteger al peatón; poner normas que se cumplan, y, sobre todo, hacerse a la idea de la cantidad de cambios que están por venir. A ver si nos va a pasar como a aquellos que a finales del XIX veían con temor la invención del automóvil.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión