Más vale estos días de tantas palabras y símbolos ser conciso y directo: no se puede dar ni un paso atrás ni en la lucha ... por la igualdad entre hombres y mujeres ni a la hora de combatir la violencia machista. Y hay que ser conscientes de que quedan por dar muchos pasos adelante. Con esta premisa esencial, conviene recordar que estos retos deben ser transversales y que es un riesgo cierto la radicalización política, porque hablamos de principios y de valores tan básicos que no tienen ideología. O no deberían tenerla. Sólo hay dos enemigos: la desigualdad y el machismo.
Si hablamos de igualdad, podemos convenir que se han alcanzado muchas conquistas, especialmente en el campo laboral, social y político, pero son insuficientes y extremadamente débiles en los submundos del empleo y del entorno familiar. El feminismo, al hablar de igualdad, requiere un trazo fino, inteligente y sobrio, alejado de borracheras populistas. La sociedad tiene el reto de alcanzar la cima de la igualdad entre diferentes. No se trata de que mujeres y hombres seamos iguales, porque no lo somos, sino que tengamos iguales derechos y, sobre todo, iguales oportunidades. La sociedad está construida sobre cimientos machistas y masculinos que en estos tiempos deben replantearse obligatoriamente para definir nuevas formas de relacionarnos y de vivir. Una nueva sociedad construida desde la igualdad real y el respeto y en la que se diluya lo que podíamos denominar el 'poder de género'. No hay un único camino para la igualdad y el debate debe afrontarse desde la inteligencia, el respeto y la pluralidad. Y siempre con determinación. Las cuotas (de las que yo soy defensor) son un buen ejemplo, porque hay y hubo voces a favor y también en contra, desde la izquierda y desde la derecha. El discurso de la igualdad debe ser integrador con los matices y nunca excluyente. La igualdad no es posible a través de la confrontación.
Y si en la igualdad es preciso un trazo fino, en la lucha contra la violencia basta con la brocha gorda para concluir: tolerancia cero. La mujer, hoy, esta sometida a innumerables casos de abuso de poder y es víctima de una violencia real que no disminuye ni con la izquierda ni con la derecha, quizá porque no es una cuestión política. Y la única solución futura pasa por la educación y por una ley tan inflexible como justa. Llama la atención que en este momento de la historia, la sociedad haga una demencial dejación de funciones en la educación sexual de los adolescentes, quedando así en manos del porno la configuración mental de las relaciones sexuales, en las que se presenta a la mujer como un objeto dominado y sometido; actitudes que, sin duda, se trasladarán luego a las relaciones de pareja desde muy jóvenes. Contra la violencia sólo cabe la educación y, sobre todo, el empoderamiento de la mujer para zafarse del acoso, de la agresión y, sobre todo, de esa terrible sensación de culpa.
Y así, ni un paso atrás y muchos hacia adelante con la certeza de que la única meta es la igualdad real.
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