El papel del papel
Cargan los niños con las mochilas repletas de libros nuevos y los padres con la correspondiente factura. Como cada fin de verano, al tiempo que ... empiezan a amarillear las primeras hojas y se archivan los enseres playeros, surge el lamento del precio de los libros y el doloroso trago económico que supone la vuelta al colegio. Ya empieza a acuñarse «la cuesta de septiembre». Una nueva rampa por la que hay que trepar antes de enfilar el desparrame de las fiestas y los regalos navideños para de inmediato afrontar enero, tradicionalmente considerado el Alpe d'Huez de las economías domésticas. Pero todo cambia.
Y como todo cambia, algunos padres perjudicados por la plusvalía del material escolar proponen que los libros de texto tradicionales sean sustituidos por libros electrónicos. Más fáciles de transportar y de pagar. Más pantalla. Se apuntan estos padres a una corriente que hace dos o tres décadas se consideró muy avanzada y premonitoria de lo que iba a ser el futuro cercano. El libro de papel, auguraban, iba a ser desplazado en cuestión de diez o doce años y quedaría reducido a un cupo minoritario de románticos y gente de mente provecta negada a aceptar la evolución tecnológica y el propio paso del tiempo.
La profecía no se cumplió. La inminente conquista del mercado editorial por parte del libro electrónico naufragó. La realidad ha convertido los augurios en una imagen inversamente proporcional a lo que anunciaban. El libro electrónico convive con el tradicional en una clamorosa minoría que no alcanza el diez por ciento. No es el resultado de una batalla comercial. Simplemente se ha impuesto la lógica. Gutenberg inventó un objeto perfecto y con múltiples ventajas sobre su compañero electrónico. No se trata de reivindicar la victoria de la carcundia sobre la modernidad. No. Es que la modernidad sigue estando en el libro de papel. El electrónico, al margen del uso meramente profesional en algunos sectores, se ha quedado para un reducto de «antiguos modernos» o modernos desfasados. Y no es gratuito. La lectura en un soporte o en otro no es exactamente igual ni alcanza la misma profundidad. Una prueba: importantes editoriales anglosajonas ruegan que los libros que envían por correo electrónico a editoriales de otros países de cara a una posible traducción sean impresos y leídos en papel para una mejor valoración del texto. Así que, padres abrumados, olvídense. Para un mejor desarrollo intelectual de sus hijos es aconsejable que los niños continúen cargando con su mochila. Y la suya, la de los padres, quien tiene que aliviarla son las instituciones públicas. Ese es su papel.
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