La moda de la salud mental
Hemos pasado de ocultar que vamos a terapia a exhibirlo en Tinder como lo que es: un símbolo de estatus, porque ir al psicólogo es un privilegio de quien puede pagarlo
«Si no va a terapia, es una 'red flag': sal corriendo». Me encontré este consejo en redes hace poco. Hemos pasado de ocultar que ... vamos al psicólogo a exhibirlo en Tinder igual que el canalillo o los oblicuos. ¿Pero estamos ante una señal de equilibrio mental o de estatus? Confieso que me empieza a irritar esta moda de la salud mental en la que ha derivado aquella sana concienciación con la que salimos de la pandemia. Después del confinamiento, cuando empezaron a dispararse los suicidios y la incidencia de la depresión y la ansiedad, hubo una consecuencia positiva: se produjo una salida del armario de los problemas psicológicos que fue liberadora porque hasta entonces, seguía habiendo estigma sobre estos trastornos. Creció el interés por la psicología, los medios de comunicación empezamos a hablar de la salud mental y la concienciación permeó en muchos entornos específicos: la educación, el cine, el mundo laboral... El problema es que toda esta corriente no culminó en lo que debería haber culminado: en dotar a la sanidad pública de los medios necesarios para atender a esta nueva epidemia, que no mata a tanta gente como mató el covid, pero tiene malviviendo a millones de personas en España.
Porque seguimos igual que antes, por muchos golpes de pecho de los políticos en las tribunas de oradores y en ruedas de prensa; por mucho planes de salud mental y de prevención del suicidio que se hayan aprobado. En la sanidad pública hay seis psicólogos por cada 100.000 habitantes, que son tres en Andalucía. Estos datos me los recordó la decana del Colegio de Psicólogos de Andalucía Oriental, Mariela Checa, cuando le pregunté por el aumento del absentismo laboral vinculado a problemas de salud mental: desde 2019 han aumentado las bajas por estas causas un 65% y ya representan un 18% del total de procesos de incapacidad temporal de larga duración. Obviamente, algo (o mucho) tendrá que ver una cosa con la otra. ¿Qué hace la gente que no puede permitirse pagarse una consulta privada? Pues va al médico de cabecera, que le manda pastillas y le da la baja. Y cuando se acaba la baja, ¿qué? Pues más pastillas para poder aguantar. Pero eso no soluciona el problema; lo enmascara. Quien ha vivido de cerca este problema lo sabe. Y así se explica también otra cosa: que España es el segundo país europeo que más ansiolíticos consume y el cuarto en consumo de antidepresivos.
Ir al psicólogo hoy día es un privilegio. Así lo denunciaba Mariela Checa. Y mientras, surge toda una floreciente industria relacionada con la salud mental. Apps de 'mindfulness' y control de la ansiedad, programas para empresas, seminarios, influencers, retiros, libros de autoayuda, podcasts, consultas online... No es que todo esto sea reprobable; es sólo que hace más evidente todavía lo coja que está la sanidad pública de esta pata. Tenemos los dos extremos: pacientes que después de intentar suicidarse pasan meses en lista de espera y gente que banaliza los problemas psicológicos; que patologiza emociones y reacciones que son normales (adaptativas, que diría un terapeuta), como estar triste si te deja tu novio o frustrada si en el trabajo te explotan.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
- Temas
- Psicología
- Salud mental
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.