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Dentro de 21 años viviremos solos aquí en Málaga. La familia normal dejará de ser la de papá, mamá y el niño con el móvil (como papá y mamá) para convertirse en la de una persona sola, también con el móvil. Este dato del estudio de IECA será de utilidad para las promotoras urbanísticas, que llenarán sus edificios de apartamentos de un dormitorio. Cuando los concejales de la legislatura que comience en 2040 se suban el sueldo no tendrán que repartirlo entre los miembros de su corporación familiar. A este grupo de familias compuestas por uno mismo con su organismo seguirá de cerca el de familias formadas por una pareja sin hijos, y después el de hogares con niños. Los ascensores serán temibles para estos niños, llenos de adultos poco acostumbrados a tratarlos, revolviéndoles el pelo mientras comentan lo alto que estás, si hace unos meses me llegabas por aquí. Los niños no levantarán la vista de la pantalla porque en cualquier momento puede aparecer un jugador enemigo. En 2060 esos pocos niños trabajarán para pagar la pensión de miles de viejos como yo, que tendré 92 años y les contaré lo que en mi infancia hacía con 25 pesetas, sin saber que no me hacen caso, qué cosa. Los niños serán objetos de lujo, como ahora, al menos en teoría. Un hijo es una cosita ay que cosita tan bonita. ¿Por qué se les maltrata entonces cuando se les maltrata? Por un lado porque no siempre son una cosita ay que cosita tan bonita, y por otro porque no sabemos, y la mitad de las veces ni nos importa saber.

En Francia se aprobó ayer una reforma legal que prohíbe dar un guantazo a tu propio hijo, así, con la mano abierta, dejándole los dedos señalados en la cara, para que aprenda. En España también está prohibido desde 2007, aunque los jueces rechazan algunas denuncias porque el deber de educar está por encima del de no abofetear. Imagino que el número de dientes que se pierden con la torta influye en la sentencia. En Marbella detuvieron la semana pasada a dos madres por golpear con un cinturón a sus hijas de unos 8 años, cada una a la suya. A mí nunca me han pegado con una correa, pero mi madre una vez me lanzó un cepillo a la cabeza. No me dio y se estrelló con un mueble que llamábamos ropero y servía para guardar la ropa. Eliminé esa palabra de mi diccionario habitual y la sustituí por armario (¿donde se guardan armas?), tal vez traumatizado, pero no mucho pues no tengo pesadillas con cepillos ni con mi madre. La jueza que instruye la causa de la muerte del niño Julen investiga al dueño de la finca por homicidio imprudente y el dueño de la finca no lo entiende. Una familia tiene una finca y necesita hacer un pozo, pues lo hace. Así funcionamos casi todos, a nuestra escala. Sin pensar en las consecuencias, en por qué hay algunas normas, en que lo barato puede salir caro. En que los niños son el bien más preciado.

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