Museos
Que Málaga es, desde hace años, una referencia indiscutible en la ruta internacional de los museos es algo que ya nadie discute. Puede haber más ... o menos consenso en el hecho de que hace veinte años se fiara casi toda la estrategia de futuro de ciudad a ese nacimiento voraz de centros de exposiciones -Museo Picasso, CAC Málaga, Museo Municipal; luego Thyssen, Pompidou, Ruso o Museo de la Aduana, entre otros-: muchos dirán que ese ecosistema hubiera necesitado de un crecimiento más natural, donde el 'efecto llamada' se produce de manera paulatina a medida que la oferta anterior se asienta y que, además, eso tiene que ir forzosamente unido a una oferta privada de galerías que sin embargo hoy se reduce a un pequeño puñado de valientes. Otros, en cambio, aplaudirán que aquel 'boom' haya tenido su efecto y que, independientemente de las formas, en el fondo la ciudad es la protagonista de una oferta abrumadora que ha puesto a la ciudad en el foco. Para bien o para mal, que para eso están los gustos y los colores.
El hecho es que las cosas están como están y que Málaga pinta mucho -nunca mejor dicho-. Esta reflexión volvía a la primera línea informativa a principios de semana, con la celebración de la cuarta edición de CM Málaga, un foro de debate internacional donde museos e instituciones culturales de todo el mundo sientan las bases de futuro en el corto y el medio plazo. Aquí han estado todos los que tienen algo que decir, desde el MoMA al Museo del Prado, desde los Museos Vaticanos al Van Gogh o el British... y todos coinciden en el hecho de que la ciudad es ya una compañera digna de esa primera división en el arte y la cultura.
Hasta ahí, perfecto. Aplaudamos aquella apuesta arriesgada que le ha dado la vuelta a la ciudad. Pero miremos también hacia dentro: ¿Cuál es el impacto real de esa oferta si dejamos fuera los grandes centros de exposiciones que pusieron sus ojos y sus sedes en Málaga? ¿Están las programaciones a la altura de esa exigencia de la primera división? ¿Hay garantías de futuro y supervivencia en todos ellos?
Veinte años después, no sería mal momento para hacer balance y, por qué no, algo de autocrítica. Porque ahí está el CAC Málaga, un auténtico quebradero de cabeza para el Ayuntamiento desde hace años -no sólo ahora cuando se acaba de firmar su acta de defunción y espera ser «otra cosa» en septiembre-. También tenemos el Museo del Patrimonio y las Salas de la Coracha, abiertos en su día a bombo y platillo y hoy perdidos en una programación que es de todo menos ambiciosa y atractiva. O el Museo Ruso, cuya pérdida no es achacable a una gestión sino a una guerra pero que ha perdido en sentido para el que se abrió. Y no son los únicos ejemplos. Que está muy bien la Málaga de los museos, pero ojo con el efecto escaparate y con la tentación de dejar que las propuestas que sí funcionan tapen a las que no lo hacen. Habría que parar, observar y sacar conclusiones, igual que lo hacemos cuando miramos un cuadro.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión