El día de la mujer mundial
VOLTAJE ·
El tiempo termina dándole la razón a casi todas las mujeresNo vamos a engañarnos, la mañana empezó mal, pero después, poco a poco, el mediodía se impuso y la tarde alumbró nuestro estado de ánimo ... hasta la gloria: salió el sol. Es 8 de marzo, el día mundial de la mujer. Lo celebro en el Centro Andaluz de las Letras que dirige Eva Díaz Pérez, periodista cultural y escritora, una de esas personas a las que a uno le gustaría tener cerca siempre. Allí, en el CAL, se pone en escena la lectura de una correspondencia sellada entre tres mujeres: Gabriela Mistral, Victoria Ocampo y Victoria Kent. Con esta última, malagueña y primera en el peligro de licenciarse en Derecho, la historia se ha portado mal, porque resulta extraño que una feminista se oponga al voto femenino. En Málaga hay una estación que lleva su nombre. Ojalá me convierta algún día en estación de tren, o en rotonda. Pese a lo débil de los argumentos que arguyó la Kent contra el sufragio universal, el tiempo acabó dándole la razón, como ocurre casi siempre con casi todas las mujeres.
El acto del CAL se celebra a las doce del mediodía, que es una hora crucial para la cultura. El aforo estaba felizmente completo y por eso tuvimos que soportar todo el acto de pie. Me siento en el suelo y me siento adolescente. Tres actrices de la compañía Caramala nos recitan las cartas como si todo el mundo estuviera ciego. Dicha correspondencia está recogida en un libro que edita Renacimiento. El día de la mujer mundial mejora gracias a un almuerzo con la editora Christina Linares, que es otra grata compañía que hace que me sienta afortunado de este lunes del mundo. Estamos en el Mariano. Nos tratan muy bien. Comemos un chivo expiatorio. Otra vez acontece lo extraordinario.
Cruzamos el paseo del Parque y buscamos algún fuego. La presencia policial anuncia una manifestación feminista. Nos postramos en la terraza del Café de Estraperlo, un lugar en el que hay más escritores que personas. Hay que luchar contra la palabra 'poetisa' sin que nos importen las buenas intenciones que el uso de ese término pueda encerrar. Eva coge su tren a Sevilla mientras que Alfredo Taján me habla de Bowie. Cristóbal, el de Hacienda, me habla de Biden y de la democracia en general. Esquivo todos los espejos y me viene a la mente una expresión que acabo de leer, 'echarse a andar', y eso me pone contento, me siento renacer. Christina, la editora, me habla de un libro nuevo que trata sobre el erotismo en Luis García Berlanga, que formó un club de admiradores de los tacones de aguja. Vuelvo a casa. Pienso en las ganas que tengo de que nos pinchen una vacuna.
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