Todos los muertos
El año pasado morimos un montón de malagueños y la mayoría en enero. Batimos toda una plusmarca, nunca habíamos muerto tantos, lo cual tiene una ... lectura positiva: éramos muchos malagueños vivos, tal vez demasiados. Nacer nacemos en septiembre, y si le restamos las 36 semanas de embarazo usuales llegamos a la Navidad, germen de la vida, y justo después, en mitad de la cuesta de enero, nos morimos. La muerte es un latazo y lo dejamos todo revuelto, perdido de cenizas y recuerdos. Con la herencia intentamos suavizar el impacto, aunque el ayuntamiento saca tajada del asunto con los impuestos, que irá reduciendo en ocho años, cuando muchos estaremos calvos. Morir sale caro y las funerarias hacen su agosto en enero. El pudor nos impide asociarnos para compartir espacio cuando ya no seremos nada, al menos físicamente. Al filósofo Javier Gomá le inquieta que lo que somos deje de ser, que no quede nada de nosotros, y a otros nos importa algo menos. Los mantecados los quiero en vida. Algunas muertes valen su peso en votos, y no me refiero a Franco, que me dio un alegrón al morirse pues ese día no hubo colegio, sino a Abu Baker al Bagdadi, califa del Estado Islámico, muerto en una operación del ejército de los Estados Unidos. Se lo han cargado a lo bestia, pero antes ha habido un trabajo largo, serio e íntimo para localizarlo. Se necesitaban pruebas de ADN y se obtuvieron cuando un cercano colaborador consiguió robarle los calzoncillos. Sé que todo esto es muy serio, pero me encantaría ver esos calzoncillos. Comparto tendedero con varios vecinos, sin embargo la ropa interior la tiendo en un cordel interior (y bruto). Me podrán quitar el dinero, incluso la vida, pero moriré con los calzoncillos puestos. Desde el Estado Islámico insisten en que no los han dejado con el culo al aire, y ya tienen nuevo califa, al que habrá que hacerle un carné de identidad un poco más grande de lo normal: se llama Abu Ibrahim al Hashimi al Qurashi, el cual tratará seguramente de cambiarse poco de calzoncillos, lo que atraerá a las moscas, y cualquiera de ellas podría ser un espía. El espionaje no es lo que era ¿alguien se imagina a James Bond huyendo de Siria con unos calzoncillos sucios en un bolsillo de la chaqueta? Es más cosa de Anacleto, agente secreto.
Pero hablábamos de la muerte más cercana, la nuestra, dentro de dos meses. Dos de cada tres familias malagueñas disponen de un seguro de decesos, y es que el último trayecto cuesta una pasta. Hasta 2012 el IVA por morirse era del 8%, pero ese año lo subieron al 21%. En las discusiones políticas hablamos mucho sobre quién es más español (en el mitin de arranque de campaña de VOX en L´Hospitalet dos personas llegaron a las manos y una le gritó a la otra «soy más español que tú, que tienes cara de mono») pero poco de cuestiones más cercanas a nuestra realidad práctica y tangible. En fin, no somos nada, aunque algunos menos nada que otros. Nos vemos en febrero, si eso.
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