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El cinismo es el atajo del poderoso. El disfraz del hipócrita. La actitud de quien ha renunciado a la pretensión de respetar la verdad y ... aspira a la impunidad de lo falso. La política con nombre y apellidos.
Este pasado miércoles la vicepresidenta primera y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, acudió citada al Senado para que diera explicaciones sobre la futura «financiación singular» pactada por los suyos en Cataluña. Moncloa contraprogramó a la misma hora. Celebró el inicio de temporada con un discurso de Pedro Sánchez. Su pretensión era la de silenciar la comparecencia de la política sevillana con dos chascarrillos del manual sanchista anti-Ayuso: «Más transporte público y menos Lamborghinis», y «de cada diez euros que el Gobierno ha dado a la Comunidad de Madrid para mejorar la vida de los madrileños, de la clase media, de la mayoría social... el Gobierno autonómico ha dejado tres para hacer regalos fiscales». No contaron con la repercusión mediático-cómica del discurso obtuso de María Jesús Ozores Montero. Ensombreció el discurso de su jefe de filas.
En el fragor del debate parlamentario, presa de la vanidad y el miedo, de la extrañeza y la ansiedad, marcó los límites del futuro concierto catalán con su mejor versión: «Lo que dice el acuerdo es lo que dice el acuerdo, no lo que cada uno creamos que dice el acuerdo. Y lo que no dice el acuerdo es lo que no dice». Le faltó sólo apostillar su intervención con un glorioso: «No hija, no». Ella no está hecha para la sátira con literatura y lenguas relucientes. Sabe que España se conquista con un chiste de catalanes. Asume en primera persona que hablar en serio es una pérdida de tiempo en política. Recurrió al enredo para confundir a propios y extraños. Su intervención fue un discurso con la luz apagada del ingenio. Nos recordó al gran Antonio Ozores, que siempre resolvía de forma airosa sus discusiones con un soliloquio atropellado, ininteligible e hilarante. Trató al Senado de forma displicente como si fuera el plató del 'Un, dos, tres'.
Su instinto de poder descansa en situar el foco en lo accesorio, en lo irrelevante, para nunca entrar en lo mollar. Así podemos entender el histrionismo de su discurso y la exageración en sus gestos. Nadie aplaude mejor que ella en el PSOE. Representa la versión más ortodoxa del sanchismo dentro del socialismo andaluz. Ha hecho méritos suficientes para que Pedro Sánchez la convierta en la sucesora de Juan Espadas en noviembre.
Para los navegantes despistados de la oposición, ya avisó Umbral: «El cinismo hipócrita no se combate con la seriedad, el rigor y la buena fe, sino con triacas de otros cinismos a la contra».
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