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Manadas

Antonio Ortín

Málaga

Lunes, 14 de enero 2019, 00:09

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Aestas alturas, uno no sabe qué relato resulta más atroz: el de la manada de Pamplona, el de Alicante o el de cualquiera de los ... monstruos que cada día emergen emboscados de un portal o de un ascensor a oscuras y hielan la sangre de quienes leemos las páginas de sucesos, como el de esos quince chavales de Madrid detenidos esta semana por acosar hasta la lapidación en la puerta de su casa a dos hermanos de 13 y 15 años de quienes buena parte de ellos eran compañeros de instituto. Y lo más desolador es el denominador común: todas estas manadas pertenecen a una o varias generaciones a las que hemos desistido de imponerles que no. Su brutalidad, su impiedad cuando le tapan la boca a la chica semidesnuda que implora que paren o al niño que se cubre el rostro con los brazos para evitar más laceraciones, es nuestro fracaso.

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