MALES DE NUESTRO TIEMPO
Carta del director ·
Todas las generaciones suelen creer que los tiempos en los que viven son los más difíciles y complejos, quizá porque es complicado tener perspectiva histórica ... del presente. Pero si nos detenemos a pensar, los problemas de hoy no son comparables con los de nuestros abuelos en 1936 o los de nuestros padres en 1975. Aquellos retos sí que exigían de toda la sociedad un esfuerzo titánico. Creo que vivimos unos tiempos privilegiados, con una velocidad en el progreso tecnológico y científico inédita en la historia de la humanidad. No debemos quejarnos. O, al menos, quejarnos poco.
De la misma forma, no todo tiempo pasado fue mejor y parece evidente que entonces, en aquellos años de nuestros abuelos y padres, también había altos niveles de corrupción, políticos incapaces, empresarios insaciables y una brecha social insalvable. Si en las épocas de la República, de la dictadura franquista o de los primeros años de la Transición hubiera habido la transparencia y la libertad e independencia periodística de la que disfrutamos hoy se habrían destapado atropellos, nepotismos y corruptelas impensables hoy en día.
Por todo ello creo que nuestro tiempo se merece una oportunidad y valorar las extraordinarias oportunidades que tenemos por delante. Y los políticos, que no son más que las personas que elegimos para que nos representen, también requieren un margen de confianza, porque parece un hecho que nunca han estado tan controlados y sometidos a la crítica como ahora. Siempre bajo sospecha. Quizá por ello cometen el error de querer contentar a todo el mundo y todo el tiempo, lo cual es absolutamente imposible. Este es uno de los grandes males de nuestro tiempo: el deseo de complacer y sentirse complacido en cada momento. Hoy los políticos quieren estar de pie y sentados al mismo tiempo, lo que les lleva a una permanente indecisión y, lo que es peor, a la parálisis por ese miedo a equivocarse.
El último ejemplo ha sido el de la subida de sueldos de los concejales del Ayuntamiento de Málaga. Ninguno ha querido asumir la decisión y todos han intentado ponerse de perfil, cuando lo más sencillo hubiera sido hablar con franqueza y asumir la crítica de aquellos que se escandalizan por algo tan lógico de que la ciudad y los ciudadanos paguemos razonablemente a quienes trabajan para nosotros.
Deberían saber los políticos que hoy todos estamos sometidos a la crítica pública y que hay que asumirla con naturalidad e intentando sacar algo positivo de ella. Luego, saber diferenciar lo que es una crítica razonable -aunque duela- de lo que es, simplemente, un exabrupto de barra de bar muchas veces interesado o, simplemente, absurdo o narcisista.
Como sociedad nos merecemos disfrutar de nuestro tiempo y para ello deberíamos empezar por alegrarnos de los éxitos, tanto propios como ajenos, y conseguir que los políticos se sientan tan controlados como respaldados para mejorar este mundo, que al fin y al cabo es la tarea que debe inspirar siempre la política.
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