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Mientras las campañas electorales siguen adelante, no viene mal reflexionar sobre el futuro próximo y sobre el valor de las decisiones políticas. Málaga capital es un buen ejemplo de cómo las ciudades se pueden transformar, pero también podríamos hablar de Estepona, Torremolinos y de otros municipios de la provincia que han mejorado las condiciones de vida de sus ciudadanos. También podríamos detenernos en Vélez, Nerja o la propia Ronda como exponentes de la falta de impulso que las mantiene varadas fruto de la ineficacia.

Viene todo a esto a cuenta porque la capital está pidiendo a gritos una reedición de su plan estratégico, que pasa por actuaciones en movilidad y transporte público; por la culminación de la peatonalización del centro histórico, así como de los paseos de la franja litoral, el avance en la integración del Puerto en la ciudad, la ampliación del Palacio de Ferias y Congresos, y sobre todo, el impulso definitivo a un proyecto vital como el del Guadalmedina.

Si nos centramos más en el detalle, parece evidente la necesidad de mejorar los accesos al Parque Tecnológico de Andalucía, de decidir qué tipo de Metro requiere la ciudad, realizar el acceso norte al aeropuerto, y plantear las necesidades futuras de la red viaria, pensando en las nuevas rondas de circunvalación. Málaga está pendiente de una definición global de su transporte público, ahora enfrentado por los intereses de la red de autobuses y la nueva red del Metro.

La mejora y ampliación de los decadentes paseos marítimos de Pedregalejo y El Palo, los Baños del Carmen, la zona de Sacaba Beach y, especialmente, el saneamiento integral deberían ser objetivos prioritarios. De la misma forma, habría que aclararse con el futuro de la franja portuaria de Muelle Heredia, así como de la zona de la plataforma de San Andrés. En este contexto, el proyecto del Auditorio navega en tierra de nadie y deambula entre los que defienden un recinto acorde con la importancia de la ciudad y los que prefieren una sala de conciertos de barrio, buena, bonita y barata.

Pasa igual que con el Palacio de Ferias y Congresos, cuya capacidad limitada impide que la ciudad aspire a grandes eventos y se vayan a otras, como Madrid, Sevilla o Barcelona.

La peatonalización de la Alameda va a ser, sin duda, una extraordinaria transformación, que pronto dejará en evidencia la inconclusa plaza de la Marina y la urgencia de encontrar definitivamente una solución a ese espacio, que divide bajo la solana el puerto y el casco antiguo.

Y el Guadalmedina sí que tendría que ser un proyecto aglutinador, capaz de aunar esfuerzos y voluntades de todas las administraciones y partidos políticos. Esa cicatriz seguirá dividiendo en dos a la ciudad mientras no se tenga el coraje político de ponerse manos a la obra.

Hay mucha tarea por hacer, demasiada para que esta campaña dé la impresión de que importa todo menos lo realmente importante.

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