Luca, mi perro
Luca, mi perro, obviamente no estaba pendiente del Código Civil (CC), y cuando el 5 de enero de 2022 entró en vigor la Ley 17/ ... 2021, de 15 de diciembre, de modificación del Código Civil, la Ley Hipotecaria y la Ley de Enjuiciamiento Civil, sobre el régimen jurídico de los animales, no se enteró que ya no era un bien semoviente, una cosa. El nuevo art. 333 bis del CC lo definía, junto a sus congéneres, como un ser vivo dotado de sensibilidad, al que solo le será aplicable el régimen jurídico de los bienes y de las cosas en la medida en que sea compatible con su naturaleza o con las disposiciones destinadas a su protección. A los protagonistas naturales de esta ley la cosa ni les va ni les viene. Ellos a lo suyo, a correr, ladrar, o subirse a la espalda en el momento más inoportuno (durante una videoconferencia, por ejemplo). Pero nosotros, los otros animales con título de listos (vía registro civil), si tenemos que tomar debida cuenta de esta nueva norma, ya que, para su debido cumplimiento, debemos cambiar actitudes y mentalidades; tantos siglos de tradición sobre los bienes 'semovientes' no pasan en balde. Los animalitos que no participan de nuestra condición de seres humanos, sienten y padecen como usted y yo. Como bien decía Jeremy Bentham: «Si un ser sufre, no puede existir justificación moral para rehusar tomar ese sufrimiento en consideración».
Luca estaba con nosotros desde 2010, cuando de cachorro llegó a nuestra casa, y a nuestro corazón. Hace unos días, tras 15 años, se ha ido en paz, con la ayuda de un veterinario para que no siguiera sufriendo. Hemos estado con él hasta el último momento, y quiero pensar que antes de que la sedación le hiciera perder la conciencia, ha notado las caricias de sus 'humanos', su familia en esta vida. Ha sido una mascota querida y quiero creer que también, a su manera, nos quería. A los estudiosos les corresponde seguir indagando el alcance y naturaleza de esa sensibilidad animal, pero nosotros, por verificación empírica, teníamos claro que Luca, el perro de mi familia, siempre se alegraba cuando llegábamos y se ponía tristón cuando se queda solo al salir cada uno a sus tareas. Era un perro muy sociable y se hacía notar con juegos y solicitud de carantoñas; tan bueno fue con todos, que como guardián nunca se ganó el pienso. El perruno no perdía la ocasión de llamar la atención porque para él era importante que los de la familia pudiéramos sentir su presencia. Puede ser, que a su manera, nos quisiera decir que se sentía parte de ella. Al final consiguió que el sentimiento fuera mutuo, y hará falta tiempo para suavizar el vacío por su ausencia.
Con la edad he perdido a seres muy queridos (mis padres, mi hermano, amigos) y tengo clara las prioridades, pero desde luego, tener en cuenta que los animales sienten y quererlos por ello, no implica en modo alguno descuidar el objetivo supremo de garantizar la dignidad de los millones de seres humanos que habitamos la tierra. Al contrario, como escribía Darwin: «El amor por todas las criaturas vivientes es el más noble atributo del hombre».
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