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Seguramente la amable lectora, o lector, se habrá percatado de que los secesionistas suelen tener una cierta dificultad para pronunciar la palabra España. Obviamente no se trata de un problema fisiológico, sino psicológico, como si pensaran que al no nombrar una cosa, esa cosa desapareciera. De modo que, en lugar de hablar de España, los secesionistas suelen usar como sinónimo el término Estado.

Un Estado que, en el imaginario secesionista, funciona como un único sujeto, que trasciende el régimen político de cada momento, y que todo lo sabe y todo lo puede, incluso por encima de la suma de las voluntades del Parlamento, el Poder Judicial y el Gobierno. Con el Estado les ocurre a los separatistas lo que con el sistema a los revolucionarios, o con el pueblo a los populistas, es decir, que ocupa el lugar de la divinidad. En el pensamiento secesionista, el Estado no se cansa, no se distrae, no se olvida de nada, está ahí siempre, haciendo maldades, visibles o invisibles, para impedir que los secesionistas alcancen sus últimos objetivos, es decir, la separación de España, o de ñ, como también la llaman para no llamarla España.

En mi molesta opinión algunos de los problemas e inconvenientes que encuentran los separatistas tiene su origen precisamente en su lenguaje, que termina confundiéndolos a ellos mismos. Por ejemplo, con el lenguaje ellos dan a entender que su problema es la Monarquía borbónica, cuando, en realidad, dudo que una monarquía de los Habsburgo consintiera un referéndum en Cataluña para declararnos extranjeros a todos los españoles que residimos fuera de Cataluña, y a más de la mitad de quienes viven en Cataluña. Es más, tampoco la República española les permitió la secesión. De modo que el verdadero problema no lo tienen ni con la forma de Jefatura del Estado, ni con los Borbones, sino con los García, López, Martínez y demás españoles, y con su democracia.

Y con esto voy a lo que quería ir. Los secesionistas, y no solo ellos, usan el término Estado para dar a entender que, en el fondo, la España democrática es la continuidad de la Dictadura franquista. Lamentablemente para ellos, y para algunos más, España no es una dictadura desde hace cuatro décadas. Con lo que están chocando es contra una democracia, y enfrentarse contra una democracia es mucho peor que hacerlo contra una dictadura. Ciertamente España es una democracia que no les permite organizar un referéndum para declarar a los españoles extranjeros en Cataluña. De igual modo que la democracia española no les permitiría organizar un referéndum para expulsar a todos los africanos de Cataluña. Porque, por más que los dirigentes de Unidas Podemos argumenten que no hay ningún problema en votar cualquier cosa, si la gente lo desea, lo cierto es que sí es un problema votar según qué cosas. Aunque es posible que en el caso de la expulsión de los africanos, los dirigentes de Unidas Podemos tuvieran algún reparo, por aquello de los derechos humanos. Lo que, con razón, les resulta impensable para los africanos, lo han pensado, sin razón, para andaluces y extremeños.

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