La fatalidad arrebató la vida del pequeño Julen. Una de esas veces en las que ocurre lo impensable, lo aparentemente imposible, hasta el punto de ... desafiar toda lógica. Una de esas veces en las que la realidad inspira a la ficción. Y uno piensa en Julen allí abajo, a casi 80 metros de profundidad, sepultado, y sólo cabe la desazón, una honda tristeza maternal.
El desenlace fatal pone fin a casi dos semanas de angustia y de un dispositivo de rescate sin precedentes, como si el mundo pareciera detenerse para concentrarse en aquella minúscula entrada al pozo. Fue impresionante comprobar tal acumulación de energía, de solidaridad y de talento al servicio de una causa: llegar como fuese hasta donde estaba Julen. Y hay que ser indulgentes con cualquiera de las reacciones y comportamientos, porque la carga emocional era tan brutal que no siempre era fácil digerirla. Quizá por ello fue preciso aferrarse a lo inverosímil, al milagro, porque de otra forma hubiera sido imposible desplegar una empresa tan colosal. Y nos hace pensar en las gigantescas dimensiones de la montaña o de las máquinas frente a la fragilidad de un niño de dos años allá abajo. Y de cómo las dificultades pusieron a prueba una y otra vez la impresionante determinación de todos los que trabajaron en el rescate.
El dolor de la familia es inimaginable, y el agotamiento, incluso más afectivo que físico, de cuantos estuvieron allí, también. Pero este suceso de Totalán nos enfrenta de golpe a la reflexión, como símbolo de lo esencial frente a lo intrascendente. Reconforta contemplar la dimensión humana de los bomberos, los mineros, los guardias civiles, los ingenieros, los voluntarios... de todos. Y también de muchos millones de personas que estaban sinceramente en aquel cerro. Las excepciones, las equivocaciones, las decisiones desafortunadas no debieran empañar la buena voluntad.
Si la alegría y el triunfo unen a las personas, el dolor y la derrota fatal los aferra de forma descomunal a un abrazo inmenso y necesario con el que sobrellevar la pena. Y no se olvidará nunca porque para muchas personas Totalán se ha incrustado en su alma. Y son muchos los que necesitan exteriorizarla de algún modo, con lágrimas, con palabras, con gestos.
Ahora llegará la investigación judicial, las responsabilidades, las noticias. Y el mejor gesto que se podría tener con la memoria de Julen y con todos los que se han dejado parte de sí en ese pozo es respetar a su familia y a cuantos lucharon por él, dar un paso atrás, dejar espacio al dolor y tiempo al duelo. Totalán simboliza lo mejor del ser humano y no merece otra cosa que respeto y honor. DEP Julen.
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