Juego de calamaritos
VOLTAJE ·
Prohibir a los niños 'El juego del calamar' es el perfecto detonante de su promociónRegla 1: El jugador no puede dejar de jugar. Regla 2: El jugador que se niegue a jugar será eliminado. Regla 3: Los juegos terminarán ... si así lo acuerda la mayoría. Aunque así dichas parezcan las normas del propio capitalismo, estas son las premisas esenciales de 'El juego del calamar', una producción surcoreana de Netflix que se ha convertido, sin apenas promoción y contra pronóstico, en el mayor éxito mundial en la historia de la plataforma. Se trata de un juego de supervivencia en el que se esconde una representación crítica de la democracia. En definitiva, una nueva producción antisistema que se ha revelado como uno de los productos audiovisuales más rentables del mundo.
Para los que hayan estado solos en una cueva sin prensa ni internet durante los últimos meses, diré que 'El juego del calamar' es una serie de nueve capítulos en la que más de 400 desgraciados con deudas por todas partes se aventuran a participar en varios juegos de supervivencia con un componente eliminatorio y fatal: el que pierda, muere, y al final un único ganador se lleva una cantidad de dinero multimillonaria.
No es una serie para niños, y quizá probablemente por eso los niños la quieran ver. En todo el mundo se alerta de que en los recreos juegan a emularla, por otra parte, igual que hacíamos nosotros cuando estábamos en el colegio (donde casi todos morían). Cuando yo era niño nos alertaban de los videojuegos, las series como 'El Equipo A' o las películas de vaqueros o 'de miedo' en las que pese a la creencia de que la sangre era kétchup también moría un buen puñado de gente, y el hecho de haber visto estos contenidos prohibidos no nos han convertido, que sepamos hasta ahora, en unos asesinos. Los padres enchufan a sus hijos a la 'tablet' durante horas, y si piensan que sólo están viendo contenido apto para ellos es que no tienen ni idea de lo que es ser adolescente.
Hace un par de semanas, alentado por mis sobrinos, empecé a ver la serie y no está tan mal como me esperaba. Tiene muy buena producción y es entretenida, con las sobreactuaciones del cine oriental, una trama previsible pero trepidante, a veces cutre, pero casi siempre con una violencia explícita (aunque no extrema) y con cierto regodeo en la sangre. El hecho de que los juegos en los que participan los concursantes sean de corte infantil (canicas, escondite inglés, etcétera) y una estética saturada de color y el maniqueísmo con disfraces hacen que la serie sea atractiva para los niños, pero la prohibición expresa y el propio escándalo colegial funcionan como perfecto detonante para su promoción. A los que tienen hijos: prohíbanles la serie, pero sean conscientes de que la verán.
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