Jekyll y Ábalos
En la peor política el problema no es ensuciarse, sino fingir que uno sigue limpio. José Luis Ábalos fue útil mientras nadie miraba: firmaba, aceptaba, ... obedecía y regañaba por orden. Era el operario de confianza en el sótano del poder, mientras arriba Pedro Sánchez vendía transparencia, regeneración y relatos.
Pero un día comenzó a estorbar, su indisimulado rastro personal era una rémora, así que hubo que quitarlo de en medio con el mismo cuidado con el que se tapa una grieta en la pared. No hubo explicaciones, aunque sí sorpresa y especulación, pero todos callaron, hasta el interfecto ministro y secretario de organización cesado. Un par de años después, Sánchez volvió a sorprender rescatando a su excolaborador para la candidatura al Congreso por Valencia. En su partido cuentan que pensaron: raro todo, pero si lo ha querido el jefe, «será qué bien». ¿Le echaba de menos, pensó que merecía seguir o fue que temía sus potenciales revelaciones?
Sánchez hizo la lista y siguió como siempre, haciendo de estatua en los descansos. Gesto impasible y rodeado de espejos que no reflejan, nada que asumir. «Nunca dije aquello que dije y, si quieren recursos, que los pidan», o «no pactaré con Bildu ni haré descansar el Gobierno en Podemos», jamás lo dije ni volveré a hacerlo, nunca lo haré. «Puedo decirlo cinco o veinte veces».
A la vista de lo publicado, cabe deducir que Ábalos no cayó por un error aislado, sino como pieza lógica de un sistema que detecta el llamado «cansancio de materiales» y se apresura a sustituirlos. El modelo es simple: nombrar por obediencia, usar sin preguntas, descartar sin culpa y, si hay escándalo, que lo lleve el otro. Que parezca personal, que se haga distante. Pero la distancia es un truco. Sánchez y Ábalos compartieron excursiones, confidencias, años de estrategia, reparto y blindaje mutuo. Algunos creen que son Jekyll y Mr. Hyde, o lo fueron. Al principio, Ábalos (Hyde) disfrutó la libertad que Sánchez (Jekyll) le proporcionaba, pero terminó perdiendo el control de la limpia apariencia de sus actuaciones. Todas las parejas tienen problemas y muchas se separan, Desde Simon y Garfunkel a «ella baila sola», Juan y Junior, Richard Burton y Elizabeth Taylor, Dean Martin y Jerry Lewis, y no digamos 'la guerra de los Rose', 'Kramer contra Kramer', o 'El honor de los Prizzi'... A pesar de los intentos de Sánchez por repescar a su amigo o satisfacerlo para que calle, esto termina como «el rosario de la aurora», en disturbios. La filtración de los mensajes de whatsap dice Ábalos que le tiene devastado, pero que él la autorizó, también dice lo contrario. Hay voces expresamente desaprobadas que cuentan que Ábalos ha dicho: «no pienso caer solo».
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