A quienes vivimos en alguna de las siete provincias limítrofes con Portugal, nos llaman rayanos y tenemos una gran ventaja sobre los demás seres humanos: ... si estamos mustios, pasamos al otro lado y se nos quitan las penas. La semana pasada, lluviosa y gris, me vine arriba en una tasca de Elvas, frente a Badajoz. Comí un arroz de pato, una bifana y una Sagres, pagué diez euros y hablé de política con unos parroquianos portugueses de postal: gastaban visera y bigote, no tenían prisa y bebían café.
Los rayanos estamos enganchados al café portugués desde que, tras la Guerra Civil, la familia Nabeiro se reunió en un cobertizo de Campo Maior, también frente a Badajoz, buscaron un producto para vendérnoslo de contrabando y concluyeron que nada mejor que un buen café para espantar la tristeza de la posguerra. Acertaron. Hoy, Campo Maior es la capital europea del café y para un rayano, nada más grato que una bica (Beba Isto Com Açúcar) de café negro y una buena conversación, aunque sea de política.
En el Alentejo, mi territorio fronterizo, los portugueses de postal votaban al Partido Comunista más soviético de Europa. Ahora, la ultraderecha de Chega (Basta) ha ganado en Elvas y ha superado a la comunista CDU en los tres distritos rayanos del Alentejo: Beja, Évora y Portalegre. En la tasca, me explicaron el cambio a su manera: «Los comunistas nos prometían cambiar las cosas, pero no pudieron. Ahora llegan estos y prometen lo mismo. A ver si es verdad». ¿Y el racismo, el machismo, la xenofobia, la homofobia? Mis preguntas quedan flotando entre España y Portugal, mis colegas de postal apuran el café, se atusan el bigote y se encogen de hombros, sin agobios, sin prisas.
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