El destino de Cuelgamuros
No se puede hacer nada con ese espacio hasta retirar los cuerpos, pero una vez que eso ocurra habrá que plantearse qué hacer con ese monumento al terror
La salida del cuerpo de José Antonio Primo de Rivera del valle de Cuelgamuros acaba con una anomalía histórica y democrática, pero se incurriría en ... un error si damos carpetazo a un asunto que apenas acaba de abrirse. Miles y miles de familiares de víctimas de la dictadura franquista siguen pendientes de poder sacar los cuerpos de los columbarios. Resulta más sencillo levantar una lápida para sacar una momia enterrada con honores (así fue el caso de Franco), pero son precisamente este grupo de víctimas al que debería prestar más atención la Administración.
Está claro que no se puede hacer nada con ese espacio hasta retirar los cuerpos, pero una vez que eso ocurra habrá que plantearse qué hacer con ese monumento al terror. Hay quien aboga por derribar la cruz y el templo, pero siempre hay mejores soluciones que la destrucción.
Argentina no está últimamente para ser ejemplo de muchas cosas, pero en el ámbito de la recuperación de la memoria democrática es uno de los países modélicos. En 2004, el gobierno entonces presidido por Néstor Kirchner abrió las puertas del Espacio Memoria, ubicado en las antiguas instalaciones de la Escuela de Mecánica de la Armada, en la avenida Libertador.
Ese lugar fue el principal campo de concentración de la dictadura militar (1976-1983); un enclave en el que personajes tan abyectos como el almirante Emilio Massera ordenaron torturar y asesinar a más de 5.000 personas. En 1998 se intentó construir aquí un monumento para la reconciliación nacional; una forma de equidistancia que afortunadamente la justicia consiguió detener a tiempo. Hoy en día, la ESMA es un icono de la lucha por los derechos humanos; un destino final que bien podría tener Cuelgamuros cuando se haga justicia con las víctimas del levantamiento militar y del franquismo.
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