Secciones
Servicios
Destacamos
Uno leía hace casi medio siglo los diarios de Azaña y se quedaba fascinado recomponiendo cómo eran los entresijos del poder, en qué tono se ... desenvolvían las conversaciones entre los ministros de la República, cómo se trataban en la intimidad de los despachos o de qué forma se solventaban rencillas entre miembros del mismo partido o del contrario. Luego, leyendo memorias de otros políticos de aquella época o de la Transición, esa panorámica aumentaba. A través de sus respectivas memorias, uno, por ejemplo, podía asistir al fuego cruzado entre Alfonso Guerra y Jorge Semprún, o espiar cómo se desarrollaban los paseos por los jardines de la Moncloa con algún jefe de Gobierno extranjero.
El rostro humano de la alta o la baja política. Algo así. En cualquier caso nada que ver con la política convertida en show televisivo o en esperpento cutre. Luis Roldán, ¿se acuerdan del director general de la Guardia Civil?, fue un precursor de esta última modalidad con aquellas orgías cochambrosas y unas fotos en calzoncillos publicadas en blanco y negro y a todo color para dar fe del progreso fulgurante que estaba alcanzando nuestro país. Luego vino la imagen de Aznar con los pies encima de la mesa en un rancho de Texas. Podría pensarse que esta foto fue sacada a través del ojo de una cerradura, pero no, el entonces presidente estaba orgulloso. Aquella fotografía era un mensaje, una declaración de principios. Que el mundo vea hasta dónde he llegado y qué grado de confianza tengo con el hombre más poderoso (aunque no el más inteligente) del planeta, mi amigo George.
En cualquier caso esos renglones torcidos de las memorias o esas imágenes con carácter simbólico parecen ahora una sutileza ante la trifulca retransmitida en directo desde la Casa Blanca. Daba la sensación de que en el despacho oval hubiesen instalado una barra de bar y dos cuñados rencorosos se estuvieran echando en cara cuál de los dos se ha quedado con la mejor parte de la herencia de los suegros. O discutiendo si los árbitros favorecen al Barça o al Madrid. A la par, sin descuidar la otra vertiente, aquella inaugurada en nuestra democracia por el inefable Roldán, la señorita (argot Aldama) Jésica propalaba las hazañas de José Luis Ábalos y su Sancho Panza Koldo. Sueldo durante dos años por cero horas de trabajo, piso de postín, viajes, regalos y primas. A cargo del número dos del PSOE y súper ministro Ábalos, y del resto de los españoles (los primos), claro. Más que entresijos del poder, todo esto tiene más que ver con el exhibicionismo de sus bajezas. Aquí el único celoso de su intimidad es justamente quien no debería serlo. Un tal Mazón.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.