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La inteligencia artificial

A CADA UNO LO SUYO ·

Domingo, 16 de octubre 2022, 11:46

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La inteligencia artificial (IA) está presente en nuestras vidas, ya no es ciencia-ficción. Las empresas, en especial las de mayor envergadura, ya acuden a ... la IA en la selección de personal, en la planificación para identificar los días y las horas de más demanda de trabajo efectivo (y así calcular el número de trabajadores necesarios, ahorrando tiempos muertos), o para controlar la prestación laboral (como en el sector de la mensajería, el tiempo que invierte en transportar paquetes). Para evitar críticas se suele resaltar los aspectos positivos que tiene la IA: cálculos complejos, prevención de enfermedades, mejora de la seguridad colectiva o que los robots puedan reducir la exposición de los trabajadores a los riesgos laborales y además ahorrarles las tareas que exijan mayor esfuerzo físico, con el consiguiente aumento de su bienestar. Pero, como escribe la matemática Cathy O'Neil, los algoritmos son «opiniones encerradas en matemáticas», no son neutros, y por desgracia aparecen los males de la opacidad en su diseño por los proveedores y la complejidad de los propios sistemas de IA (que dificulta su control), por lo que es esencial garantizar, vía normativa, un alto nivel de protección de la dignidad humana y de los derechos fundamentales (entre otros, la igualdad, la intimidad, la tutela judicial efectiva y la presunción de inocencia). No cabe admitir prácticas de IA que puedan alterar de manera sustancial el comportamiento de una persona (y que le provoque perjuicios físicos o psicológicos), determine un trato perjudicial o desfavorable hacia determinadas personas físicas o colectivos enteros, o los sistemas de identificación biométrica remota en espacios de acceso público sin cobertura legal. Volviendo al ámbito laboral, es natural la inquietud ante un uso a mansalva de robots en el trabajo, que puede dar lugar a la destrucción de puestos de trabajo y la reducción de salarios. En el ámbito judicial, ya se utiliza la IA en Cataluña para la evaluación previo a la concesión de permisos carcelarios (sistema RisCanvi), pero cualquiera que conozca la complejidad del razonamiento jurídico es consciente que estamos lejos, por fortuna, de un robot dictando sentencias sin intervención humana, y en EE UU, el Tribunal Supremo de Wisconsin (caso State vs Loomis) tuvo que aclarar que las valoraciones de riesgo generadas por IA aportan al juez información, pero sin excluir su margen de discrecionalidad y teniendo en cuenta las circunstancias particulares propias del caso. Para evitar estos peligros para los seres humanos, habrá que tener muy presente la visión puntera de Isaac Asimov, quien formuló las tres 'leyes' de la robótica en 1942, añadiendo en 1984 la cuarta y definitiva: Un robot no puede dañar a la humanidad o, a través de su inacción, permitir que se dañe a la humanidad. Y nunca olvidar que, como dice Jordi Pigem, la IA «no es inteligencia, del mismo modo que una flor artificial no es ninguna flor, por más que lo parezca... No hay inteligencia sin vida y sin sensibilidad».

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