Imbroda, hasta el final

Dicen que la risa es el camino más corto entre dos personas. Y así se comunicaba Javier con el mundo. A través de una sonrisa cómplice con la que abría de par en par las puertas de la amistad, del abrazo o del consuelo. Javier tuvo la fortuna de convertir en realidad muchos de los sueños de su vida. Soñó con ser profesional del baloncesto, con ser seleccionador, con ganar los partidos más difíciles, con ser empresario, con transformar la educación, con mejorar la vida de las personas, con ser feliz. El deporte modeló su carácter y forjó a un eterno luchador, capaz de competir hasta el último segundo, hasta el último aliento. Nunca se rindió.

Quizá su decisión más arriesgada fue entrar en política, pero estaba decidido a ello. Desoyó todos los consejos y se lanzó a un reto complicado, casi colosal: acabar con el fracaso escolar y alcanzar la excelencia educativa en Andalucía. No pudo terminar este partido. Llegó a la política con honestidad. Pero la política lo maltrató injustamente. Algunos políticos y algunos periodistas lo atacaron sin piedad y de forma indecente. Pero Javier siempre respondió a la furia con el sentido de la calma y la sabiduría de un maestro.

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Le quedaron muchas cosas por soñar. Y por hacer. Plantó cara a la enfermedad con una entereza casi sobrehumana y nunca quiso que le derrotara el miedo o la angustia. «Me planteo la vida semana a semana», me dijo no hace mucho, cuando ya veía el final. Y entonces me recordó con insistencia lo importante que es ser consciente del momento, de cada día, de cada hora, de cada minuto. El regalo de la vida.

Se ha ido un hombre brillante. Una de esas personas con luz. Deja un enorme vacío entre todas las personas que le quisieron. Y le quieren. Deja huellas en el camino y en ellas se reconocerán muchos de los que le rodearon. Su familia, sus amigos, sus jugadores, sus colaboradores. Vivió siempre mirando al horizonte y nunca hacia atrás. Fue Imbroda hasta el final. Y hasta siempre. Descanse en Paz.