Tan iguales
Supone un error, de los groseros, creer que la única deuda que la Administración central del Estado mantiene con Marbella es la desconexión de su ... red ferroviaria. El estereotipo de la Milla de Oro y Puerto Banús, que tanto ayuda a la hora de la promoción turística y de la venta de Marbella como el mejor destino residencial de Europa, dibuja el escenario ficticio de ciudad sin necesidades al que se aferran los responsables políticos a lo hora de pasar de largo a la hora de invertir. La buena imagen como coartada para el desprecio presupuestario.
La falsa fachada de la ciudad sólo de ricos ha contribuido históricamente a que se acumulara una deuda histórica de inversiones por la que no solamente cabe reclamar a la Administración autonómica, sino también a la estatal. Más allá de colores políticos estamos ante una constante histórica.
La insuficiente presa de La Concepción, la falta de actuaciones para estabilizar las playas, la desaparición de la escuela de hostelería Bellamar, la falta de infraestructuras que soporten las playas y, más recientemente, la no renovación del compromiso de invertir en Marbella el dinero que el Estado recaude por las multas que cobre a los condenados del 'caso Malaya' encabezan una larga lista de reivindicaciones recurrentemente ignoradas. Cuando escuchan el nombre de Marbella, de tanto repetir el topicazo del mascarón de proa del turismo español, los políticos imaginan un crucero de lujo del que sólo se empeñan en admirar los camarotes más vistosos, incapaces de prestar atención a la sala de máquinas o a la cocina, donde la tripulación realiza su trabajo diario, generalmente mal pagado, y sigue ahí cuando los pasajeros ya han bajado al puerto.
Una vez más, los problemas de Marbella han estado ausentes de todo debate en la campaña electoral, pero en este ocasión no se trata de una excepción, sino de la regla. Seguramente no hay ciudad ni pueblo de España que no pueda decir lo mismo de un camino a las urnas en el que la agenda la están marcando la intolerancia secesionista y las burdas provocaciones de Vox.
Ya teníamos constancia de la contrastada insolvencia de los principales líderes y candidatos, pero llama la atención cómo han caído en la trampa, como si no se dieran cuenta de que la espiral de la confrontación y el horizonte del bloqueo sólo favorecen a la extrema derecha española y a los independentistas catalanes. Unos y otros se necesitan mutuamente para crecer. Tan distintos en apariencia y sin embargo tan iguales en su fondo de intolerancia, de racismo, de xenofobia, de desapego a las normas y de ausencia de escrúpulos.
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