Eso de las 'diferentes realidades', la casuística territorial o la desescalada asimétrica se lleva muy mal con las cosas de comer. Y por ese motivo ... cundió el enfado en un amplio sector de la población -no todo, eso sí- cuando el Ministerio de Sanidad comunicó que toda la provincia de Málaga quedaba fuera de la fase 1. La Junta de Andalucía pidió que la provincia al completo avanzara en su desconfinamiento y recomendó algunas restricciones en el distrito sanitario de Málaga capital y Rincón de la Victoria. El motivo era, entre otros, salvar al resto de comarcas cuyos datos sanitarios permitían perfectamente entrar en la siguiente fase. No era un asunto baladí, porque la reconstrucción del sector turístico en la provincia depende mucho de cómo se haga la desescalada, de no perder competitividad respecto a otros destinos como Baleares, Canarias o Alicante y de la imagen y reputación como destino seguro que se transmita a los mercados internacionales y al propio turista nacional. Teniendo en cuenta que el índice acumulado de contagios en la Costa del Sol es de 2,7 por cada cien mil habitantes (frente al 29,26 de Cantabria o el 33,74 del País Vasco), así como otros indicadores positivos, se puede pensar que este distrito sanitario costasoleño, como los de Axarquía, Serranía, Guadalhorce y Antequera, podía abandonar la fase 0. No se trata de pasar de fase para salir de cañas o reunirnos con amigos, sino para comenzar la reconstrucción económica; no es una diversión, sino una responsabilidad. Y Sanidad no ha dado explicaciones ni ha justificado por qué lo que se puede hacer en otras comunidades no se puede hacer en Andalucía. En esto no se puede pedir un acto de fe. Y más aún ante una preocupante falta de transparencia.
Málaga hace bien en pedir explicaciones y en reclamar una atención especial por la trascendencia del turismo en la economía malagueña y andaluza. No se trata de saltarse o supeditar las medidas sanitarias, sino de acompasar los esfuerzos contra el virus con la reconstrucción de la economía, como se ha hecho con regiones como Cantabria o Asturias, cuyos datos sanitarios son bastante peores que los de la Costa del Sol. Es una realidad que la sensibilidad que se ha tenido a la hora de estudiar el caso del País Vasco, de Cataluña o de las islas (Baleares y Canarias) no se ha tenido con Andalucía y, concretamente, con Málaga y Granada. Si nos ceñimos al terreno de las percepciones, la impresión es que hay criterios políticos que pesan siempre y han vuelto a pesar. La ciudadanía ha hecho un extraordinario esfuerzo durante el confinamiento, con una entereza y responsabilidad enorme mientras muchos veían derrumbarse sus negocios, sus empleos o su porvenir. Por ello, salvo aquellos que tienen asegurado su salario por la vía pública, es lógica la inquietud y el deseo de ponerse a trabajar. Como dice Escohotado: «Volver al trabajo es cuestión de vida o muerte y quien no se dé cuenta está en la extrema idiocia».
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