Una iglesia sinodal
El Evangelio es una hoja de ruta para vivir la igualdad, para experimentar la radical dignidad inherente a todo ser humano. Por cierto, me gusta ... la palabra radical, en su sentido etimológico: remite a la palabra raíz. Hay que ir a la raíz de las cosas, de la fe; hay que recurrir al fundamento de lo que creemos o de la propuesta de quién creemos para entender mejor las cosas; para vivirlas en plenitud. Para saber a qué atenernos. Pablo de Tarso lo tuvo claro desde el principio: Cristo puso en marcha una comunidad de iguales. Llegará a escribir a la comunidad de los gálatas: «Todos vosotros sois uno en Cristo Jesús».
Con esta certeza, el Concilio Vaticano II afirmó, allá por la década de los sesenta, que la Iglesia Católica es comunidad en la que todas las personas son acogidas y pueden participar en todos los niveles. El papa León XIV, tomando el testigo de Francisco y este a su vez de la tradición eclesial, propone impulsar una iglesia en esta dirección: una iglesia sinodal. Lo que sugiere la necesidad de reflexionar sobre qué tipo de vida llevan los creyentes y el modo de relacionarse que tienen. Y, a su vez, de impulsar iniciativas en todos los niveles para acoger mejor la aportación y talentos de los bautizados haciendo frente a los desafíos actuales.
En este sentido, León XIV, en unas declaraciones previas a su elección, siendo obispo en Perú, afirmó que el mundo con el que dialogamos va cambiando e interpela. Ante esta evidencia, hay quien vive comprometido con la defensa de la igualdad, frente a herencias que desdibujan la dignidad humana. De esta forma, la Iglesia Católica se convierte en una comunidad para el cambio que remueve obstáculos que niegan lo que Dios soñó para la humanidad.
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