La gran gala del 10N
El progresivo distanciamiento entre los ciudadanos y sus políticos comienza a ser preocupante. Cada vez son más los que no se sienten representados, ni siquiera ... por aquellos partidos que, teóricamente, defienden sus ideas o su ideología. Y la razón de todo ello es que la política se ha convertido en una gran industria, con una enorme estructura en la que viven y en la que participan miles de personas, entidades e intereses que, en muchos casos, poco o nada tienen que ver con los de la comunidad.
Es triste y descorazonador. Sí. Tanto, que el próximo 10N parece más la gala de los Premios MTV o, incluso, la última entrega de la gala del Gran Hermano VIP que una cita electoral. Sánchez, Casado, Rivera, Iglesias y Abascal son estrellas del 'mainstream' político, que lo mismo viajan en el Falcon que pasean por los mercados, rodeados de todo un equipo de asesores, politólogos, ayudantes, jefes de gabinetes, subalternos, monaguillos, aduladores y palmeros. Andan en una permanente gira por España, con la gran diferencia de que ellos, al contrario de las figuras del rock, muchas veces no llenan estadios sino que se los llenan.
Es curiosa esa falsa realidad construida sobre mítines, eventos, corrillos, declaraciones, totales y minutos de telediario con la anuencia de los medios de comunicación. Y son esos actos los que sostienen esta industria de la política sustentada en el marketing, la estrategia, la comunicación, la imagen e, incluso, la neurociencia o la inteligencia artificial. Sofisticados sistemas al servicio de la estrella de rock político que debe dar de comer a todos los demás. Y es tan grande este entramado que es muy complejo, por no decir imposible, desactivarlo.
Generaciones de políticos que han crecido con la idea de que lo importante es parecer antes que ser, dispuestos a vender su alma por una foto en el momento justo y en el medio adecuado. Y si es con el líder, mejor que mejor.
Todo este ejercicio metafórico puede llegar a ser hasta divertido, pero esconde innumerables peligros. Si en este país no se llegó a un acuerdo, si resulta ciencia ficción una gran coalición de los grandes partidos, es sencillamente porque «the show must go on», porque nada puede hacer parar la rueda del espectáculo político. Kenny Miller, aquel imponente jugador del Unicaja del 96, solía decir al empezar los play-offs que, para él, comenzaba el «business time». Pues bien, para las estrellas del 'mainstream' político la campaña del 10N es también el 'momento del negocio'. Y nada más. Por ello es preciso que los ciudadanos tomemos conciencia de la necesidad de parar esta industria y transformarla en lo que nunca tuvo que dejar de ser: un servicio público. Las encuestas apuntan a más de lo mismo con una nueva distribución de fuerzas. Quizá porque lo que buscan los electores es alguien que no les defraude. Y eso es difícil entre tanto espectáculo y tan poco sentido de Estado. Pero no hay que arrojar la toalla y pedir responsabilidades a nuestros políticos, porque no hay mayor riesgo que desistir del mayor poder de un ciudadano, su voto.
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