Las grabaciones de Limasa
La plantilla ha encendido la grabadora a ver si capta algo del futuro, pero sólo hay cacofonías del pasado
Los audios de Limasa, aunque traten sobre la basura, su pasado y su futuro, no han salido de la factoría del comisario Villarejo ni tampoco ... han causado daños irreparables en las tuberías del sistema municipal, al menos de las que están más a la vista. Más bien al contrario. Los argumentos de una y otra parte, los conatos de oferta de pacto de silencio sin comité delante en uno de los 'cuartelillos' de la empresa y hasta las noticias falsas sobre cómo se las gastan en otras sociedades municipales a la hora de contratar personal han servido de mucho además de para la cuota de enredo político en víspera electoral. Han enriquecido de matices el retablo del servicio público local que arrastra una historia menos calmada y que despierta la mayor división entre los ciudadanos. El escenario de las dos horas de conversación refuerza su valor con la naturalidad del micrófono oculto entre carritos y escobas y esa ausencia de giros expresivos y jerga sindical para no llamar a las cosas por su nombre. La pobre calidad sonora de lo que la concejala Porras y el gerente Arjona han transmitido y oído es inversamente proporcional al calibre de algunos mensajes, que retratan un clima sin aparentes concesiones al futuro pero también la certeza de que ya nada podrá ser igual. La frescura de las expresiones sobre la capacidad de discreción personal y colectiva para preservar el bochornoso e injusto sistema de puestos de trabajo hereditarios revela hasta qué punto ni un escenario inmejorable para la plantilla como el de la municipalización es capaz por si solo de diluir el tiempo mejor de un derecho dinástico que sólo encontraría una rebuscada atenuante en la condición de empresa mixta donde el Ayuntamiento no tiene la mayoría. Ambos dirigentes -la concejala Porras y el gerente Arjona- han despachado el chaparrón siguiente a la difusión de las grabaciones sin detenerse en esa otra gran novedad que ha hecho menos ruido. El descenso de los dos al patio de la democracia obrera en Limasa, como si fueran extraños diputados británicos que buscan escuchar a sus electores, les ha colocado al final en la condición involuntaria de reporteros infiltrados antes que en la de negociadores desalmados. Lo que pasa aquí es que el proceso de momento no se alimenta desde la base sino que viene de arriba a abajo. No hay ingenuidad alguna en un hipotético anuncio de farol para facilitar la compleja negociación hacia una Limasa municipal. Tal vez haya que verlo sólo como un arriesgado ejercicio de empatía y de globo sonda fuera de la ley, botiquín de emergencia en una negociación agónica para un futuro como empresa municipal. La plantilla ha encendido la grabadora del móvil a ver si capta algo del futuro, pero sólo hay cacofonías del pasado. La página sobre los puestos hereditarios ya dio gran juego durante la comisión de investigación que constató una práctica que perjudicó al menos a 200 personas que en la última década podrían haber aspirado uno de los empleos que ocupan los que aportaron sólo el azaroso mérito de llevar ciertos apellidos. La municipalización está más cerca sin duda que una rotonda de la reconciliación ciudadana con la figura inconfundible de unos hombres y mujeres tan valiosos en nuestras vidas, aunque habrá que mirar antes el libro de familia.
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