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Médico. Miembro de la Academia Malagueña de Ciencias
Sábado, 7 de junio 2025, 02:00
EE UU es el país con la democracia moderna más antigua, el más rico y el más poderoso. Es también el segundo país con mayor ... número de milmillonarios por habitante y con mayor número de premios Nobel. Con este poder y estas riquezas habría que pensar que la esperanza de vida al nacer (EV) en EE UU sería, también, de las más altas del mundo. Pues no es así. En 2022 la EV fue de 77,43 años ocupando la posición número 52 en el ranquin de EV por países (España, por ejemplo, tuvo en ese año una EV de 83,77 años). Es decir, los ciudadanos españoles tienen 6 años más de EV que los ciudadanos norteamericanos. Seis años son muchos años. Esto es más sorprendente si tenemos en cuenta que EE UU es, también, el país líder en el mundo en investigación biomédica y en donde se encuentran algunos de los centros sanitarios mejores y mejor dotados tecnológicamente. ¿Cómo puede ser esto? ¿Cómo es posible que los norteamericanos no sean capaces de resolver lo que es, sin paliativos, una lamentable situación en términos de salud pública? La salud depende de muchas cosas y hasta el mismo concepto de salud no es fácil de definir, pero hay unos cuantos marcadores de salud 'duros' que son como una especie de resumen y conclusiones de todos los demás. Y uno de ellos es la esperanza de vida al nacer.
Desde hace tiempo se sabe que hay una relación entre la riqueza de una comunidad y su esperanza de vida, pero esta relación no es lineal pues a partir de un momento determinado, la riqueza no es el único ni en ocasiones el más importante condicionante, algo que ya fue descrito por Preston hace 50 años. Un estudio publicado en el 'New England Journal of Medicine' el pasado 2 de abril, ha evaluado la mortalidad de 74.000 personas de EE UU y 16 países europeos, seguidos a lo largo de la década de 2010. Los resultados muestran que las tasas de mortalidad en EE. UU comparadas con Europa son más altas en todos los niveles de ingresos. Los ricos de EE UU tienen una esperanza de vida mayor que los pobres americanos pero menor que los ricos europeos e incluso que los pobres europeos, saliendo especialmente favorecidos en este gran estudio los países del sur de Europa.
Los resultados vienen a confirmar lo que ya se conocía: que la salud de los norteamericanos es manifiestamente mejorable. Un aviso para esos navegantes que creen que el dinero lo puede todo. Tal vez les convendría olvidarse del sueño de Marte y volver la mirada hacia la Tierra. Las desigualdades sociales (EE UU ocupa el puesto número 134 de países del mundo en la lista de índice GINI, un marcador social de desigualdad), el estrés, la alimentación insana, el sedentarismo, los riesgos ambientales o las muertes por armas de fuego, son esos determinantes que están en la raíz de la diferencia en la EV entre los EE UU y los países europeos. El estudio demuestra, en fin, que aunque siga siendo válido el refrán de que 'más cornás da el hambre', el 'American Style of Life' es insalubre y que la alta ciencia y la gran tecnología, sin un sistema sanitario público y accesible son incapaces de resolver los problemas sanitario de un país que paradójicamente invierte en sanidad el 15 % del PIB (el doble prácticamente que España) lo que le convierte en uno de los sistemas sanitarios más ineficientes en términos de coste/utilidad.
Lo sorprendente es que los americanos lo saben, pero no son capaces de modifica la situación porque las clases dirigentes y los intereses económicos impiden cualquier reforma. Hoy, cuando se habla de los retos de salud mundial hablamos de 'sindemias', ese conjunto de problemas sanitarios condicionados por la interacción de circunstancias médicas, sociales, políticas y económicas en una población específica en un determinado lugar y tiempo. Y por eso hoy los médicos, la medicina, los responsables sanitarios, no pueden dejar de introducir en los modelos de gestión a los sistemas políticos como agentes de salud o de morbilidad. Y en el caso de EE UU el modelo político es uno de los principales causantes de que la población no tenga la salud que le correspondería por su riqueza. Ya lo dijo hace años con humor el Roto: «Norteamérica será vencida por esa quinta columna compuesta por la obesidad, la diabetes y la hipertensión».
¡Es la política, estúpido! «Nihil novum sub sole», leemos ya en el 'Eclesiastés'. Lo vio claramente el gran Rudolf Virchow en su particular guerra contra Bismarck cuando en el siglo XIX dejó escrito aquello de que «La medicina es una ciencia social y la política no es más que medicina en una escala más amplia». El ejemplo de EEUU es muy importante pues hay en Europa y en España nostálgicos del modelo americano que, poco a poco, bajo el falso y engañoso discurso neo-libertario están minando los servicios públicos cuyos huecos van siendo ocupados por la no siempre virtuosa mano invisible del señor Smith. Porque no deja de ser un sarcasmo que el mismo país y la misma clase dirigente que quiere 'Make Great American Again', no sea capaz de conseguir que sus ciudadanos, ni siquiera los ricos, vivan al menos tanto como los pobres europeos.
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